Revista de Historiografía, núm. 37, 2022

por Carolina Valenzuela Matus (Universidad Autónoma de Chile)

En las últimas décadas, la historiografía de la tradición y recepción clásicas ha dado espacio a novedosas propuestas que, en un proceso analítico, indagan en las relaciones e influencias de la Antigüedad desde distintos enfoques. Entre ellos, encontramos la vinculación de la antigüedad clásica con la cultura de masas contemporánea[1] o la influencia del marxismo en los estudios sobre Antigüedad[2], así como los estudios historiográficos que desde España y América Latina, permiten apreciar cómo lo clásico está presente en la política, la cultura, el pensamiento y la sociedad en el espacio hispanoamericano dentro de un amplio marco cronológico[3].

En este contexto, la obra coordinada por Antonio Duplá, Christian Núñez y Grégory Reimond, junto al trabajo de otros quince destacados especialistas miembros del proyecto de investigación ANIHO —Antigüedad, Nacionalismos e Identidades complejas en la Historiografía Occidental: de la historiografía académica a la cultura de masas en Europa y América Latina (1870-2020)—, es una valiosa contribución historiográfica, ya que proporciona una visión novedosa, y también necesaria, de los principales historiadores e historiadoras dedicados a la Antigüedad desde el siglo XIX hasta la actualidad. En Pasión por la Historia Antigua. De Gibbon a nuestros días, encontraremos biografías de gran calidad, y a la vez amenas, de cada uno de los historiadores elegidos para formar este conjunto, acompañado de una clara explicación de su pensamiento teórico y de sus principales líneas de investigación.

La obra refuerza su claridad expositiva al ordenar los personajes en forma diacrónica, comenzando por el capítulo dedicado a Edward Gibbon, a cargo de Eleonora Dell’Elicine. En este se señala cómo la situación política de Inglaterra influye en el pensamiento del autor, plasmado en The History of the Decline and Fall of the Roman Empire, donde el declive y la caída del Imperio Romano constituyen para Gibbon una gran revolución de conjunto cuyas consecuencias se hacen sentir en el siglo XVIII. Seguidamente, Laura Sancho Rocher aborda la figura de Georges Grote y los doce volúmenes de su History of Greece, publicados en Gran Bretaña a mediados del siglo XIX, destacando el alcance cultural de una obra que traspasó fronteras, reivindicando el sistema democrático ateniense como modelo en el que deberían inspirarse las reformas necesarias en la política británica. A continuación, Gloria Mora se refiere a la aportación de Johann Gustav Droysen y sus dos grandes obras: Historia de Alejandro Magno e Historia del Helenismo. Droysen, enmarcado también dentro del complejo panorama político de su época, es considerado uno de los teóricos de la investigación más influyentes del siglo XIX, al intentar responder las preguntas en torno a la naturaleza y tareas, método y competencia de la ciencia histórica.

En el cuarto capítulo, Antonio Duplá-Ansuategui nos presenta la figura de Theodor Mommsen, destacando diversos aspectos biográficos de donde se desprende su actividad científica desbordante. Duplá-Ansuategui analiza el libro de Mommsen, Historia de Roma, que llega a convertirse en un documento excepcional sobre el pensamiento político de mediados del siglo XIX. En el quinto capítulo, Grégory Reimond nos aproxima a la figura de Numa Denis Fustel de Coulanges, reconocido por ser uno de los primeros profesionales en el campo de la historia y por aplicar un método histórico en su producción científica, lo que se plasma en su exitosa obra La ciudad antigua, donde se evidencia que, de la confrontación del pasado con la sociedad de su tiempo, nace la convicción de una alteridad absoluta que nos separaba de los antiguos, a la vez que reflexiona sobre el vínculo social y sus orígenes, abarcando desde la familia hasta la ciudad, desde Grecia hasta Roma.

En la transición hacia el siglo XX, Rosa María Cid López presenta la figura y trayectoria de Jane Ellen Harrison, quien venció las dificultades que supuso en su época trabajar en un mundo académico eminentemente masculino. La historiadora británica publicó en 1903 su primera gran obra: Prolegomena to the Study of Greek Religion, donde se evidencia el peso de la antropología en su trabajo. En una contribución innovadora, Ellen Harrison analiza los mitos griegos y sobre todo los orígenes de la religión griega y la relación entre mito y ritual. En el siguiente capítulo, Antonio Aguilera trata a Mijaíl Ivánovich Rostóvtzeff y el complejo contexto histórico del autor, marcado por las dos guerras mundiales y la revolución rusa. Aguilera analiza principalmente los dos libros más reconocidos del historiador ruso: The Social and Economic History of the Roman Empire (SEHRE) y The Social and Economic History of the Hellenistic World (SEHHW), consideradas obras de síntesis y remarcables balances de los problemas económicos y sociales de una época.

El capítulo siguiente, escrito por Ricardo del Molino García, está dedicado a Eric Robertson Dodds, analizando su obra Los griegos y lo irracional, que desafiaba la visión canónica existente hasta ese momento de los antiguos helenos como una comunidad esencialmente racional. En este sentido, las principales contribuciones de Dodds a la historiografía, estuvieron en una apuesta metodológica interdisciplinar y en unas interpretaciones innovadoras del neoplatonismo y la irracionalidad griega, considerándose además un pionero de la apertura de las Humanidades hacia la interdisciplinariedad.

Christian Núñez-López revisa el legado de Joseph Vogt, considerando los rasgos más característicos de los estudios nacionalsocialistas sobre la Antigüedad y refiriéndose a una de las obras del autor que ejemplifican el uso de la doctrina racial nacionalsocialista, la disminución de la población en el Imperio romano. Menciona también el interés de este historiador alemán en la cultura material de la numismática y las terracotas egipcias, pasando por una presentación idealista del imperio romano y una fascinación por la figura de Tácito y finalmente, su predilección por la tardo-antigüedad, la historia universal y la esclavitud antigua. El siguiente historiador, tratado por Mikel Gago, es Ronald Syme y el análisis de una de sus obras maestras, The Roman Revolution, que significó un hito en la historiografía acerca de la crisis de la República y el nacimiento del Principado, así como en el concepto de “revolución” aplicado a dicha época, pero también se refiere a otras importantes obras del autor como The Provincial at Rome, Tacitus, Sallust o History in Ovid.

César Sierra Martín aborda la figura del historiador italiano Arnaldo Dante Momigliano, analizando una de las principales obras: El conflicto entre el paganismo y el cristianismo en el siglo IV. Sierra Martín manifiesta en este capítulo la necesidad de reintroducir a un autor que ha sentado las bases de la actual historia de la historiografía y que debe considerarse como uno de los historiadores más importantes del siglo XX, mencionando entre sus contribuciones una clara predisposición al debate, a la crítica y la polémica, plasmada en sus principales recensiones. Por su parte, Ricardo Martínez Lacy expone la figura de Moses I. Finley, destacando sobre todo el interés del autor norteamericano por escribir artículos y libros siempre muy polémicos, que planteaban problemas, en un estilo claro y vigoroso. Además de citar las obras del comienzo de su carrera, se refiere a la más importante: The Ancient Economy, donde Finley explica que la economía oriental era básicamente diferente de la clásica, otra característica interesante es la observación de que los historiadores tendían a aplicar prejuicios a la historia, identificando los caballeros romanos con una clase media que contraponía a una clase terrateniente y otra trabajadora, como en Inglaterra o los Estados Unidos del siglo XIX, generándose una incomprensión de los historiadores actuales sobre la Antigüedad.

El historiador Santo Mazzarino es abordado por Jordi Cortadella, quien expone interesantes aspectos biográficos, enfatizando también los amplios intereses históricos del autor que iban desde el tardo Imperio romano hasta el arcaísmo griego y romano. Este proceder oscilante definiría la actitud de un historiador interesado principalmente por las fases disolutivas de los sistemas en las que se configuran y muestran las estructuras. Mazzarino habría destacado especialmente en el análisis de la historiografía clásica y su importancia en la formación de la cultura occidental.

Mariano Requena trata la figura de Elena Mikhailovna Staerman contextualizando, en primer lugar, la propuesta teórica política de Marx y Engels en el que se enmarca la obra de la autora, quien reflexionó principalmente sobre la esclavitud y el mundo romano como ejes centrales de su estudio. Carlos García Mac Gaw profundiza sobre Geoffrey E.M. de Ste. Croix, destacando especialmente el interés del historiador en la economía del mundo clásico, así como la reflexión en torno a los conceptos de clase y lucha de clases, las formas de propiedad y las distintas formas de explotación, estos últimos presentes en su libro The Class Struggle. Julián Gallego explora la vida y obra de Jacqueline de Romilly y en especial su dedicación al mundo griego, que materializa en el análisis de la Historia de la guerra del Peloponeso, de Tucídides, reflexionando especialmente sobre el imperialismo ateniense. También se dedica a los estudios de la tragedia griega con particular énfasis en los aspectos emocionales, así como en las peculiares formas de la temporalidad trágica.

A continuación, Ana Iriarte analiza a la historiadora francesa Nicole Loraux quien en su tesis L’invention d’Athènes. Histoire de l’oraison funèbre dans la “cité classique”, demuestra la artificialidad de la imagen de una Atenas heroica y unida, exenta de escisiones y conflictos internos, que había pervivido durante siglos en la tradición occidental. A lo largo de su carrera, Nicole Loraux llegó a encarar abiertamente los problemas medulares de la historiografía moderna sobre el mundo antiguo.

En el último capítulo, Clelia Martínez Maza se acerca a la figura de un historiador contemporáneo, Peter Robert Lamont Brown y su desarrollo en el campo de la tardoantigüedad, especialmente gracias al impacto de su trabajo El mundo de la Antigüedad tardía, periodo que, de acuerdo al autor, estaría marcado por la continuidad y la transformación más que por la crisis y la decadencia, fenómenos con los que tradicionalmente había quedado definida la época comprendida entre el final de la Antigüedad clásica y el comienzo de la Edad Media. La elección cronológica propuesta por Brown sugiere una fecha de inicio aproximada entre el 161-180, fecha del principado de Marco Aurelio y el 800, cuando en la Navidad fue coronado Carlomagno como Imperator Augustus, a manos del papa León III. De esta forma, generó una corriente historiográfica consolidada siendo aún hoy el motor de las reflexiones más sugerentes e innovadoras en la recuperación del ambiente cultural de esta época de transición.

La biografía y análisis de cada uno de estos historiadores e historiadoras que configuraron la disciplina es una aportación significativa de los autores y autoras de este libro, ya que permite visualizar sus trayectorias vitales y académicas, pero también evidencia el trabajo incansable de las mujeres historiadoras, tradicionalmente silenciadas. Desde esta perspectiva, Pasión por la Historia Antigua. De Gibbon a nuestros días, abre una ventana para conocer a aquellos y aquellas que construyeron la historiografía antigua desde una perspectiva plural y diversa, reconociendo asimismo las influencias de la contemporaneidad en las reflexiones sobre la Antigüedad.

 

[1] Luis Unceta Gómez, Carlos Sánchez Pérez (eds.), En los márgenes de Roma. La Antigüedad romana en la cultura de masas contemporánea, Madrid, Libros de la Catarata-UAM, 2019.

[2] Luciano Canfora, Jordi Cortadella, Ricardo Martínez Lacy, La influencia de Marx y el marxismo en los estudios sobre la Antigüedad, Buenos Aires, Editorial Miño y Dávila, 2021.

[3] Mirella Romero Recio, Guadalupe Soria Tomás (eds.), El almacén de la Historia. Reflexiones historiográficas, Madrid, Biblioteca Nueva, 2016; Ricardo Del Molino, García, Griegos y Romanos en la primera república colombiana. La Antigüedad clásica en el pensamiento emancipador neogranadino (1810-1816), Bogotá, Academia Colombiana de Historia, 2007.

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