La Nueva España, 5 de mayo de 2023

Dos asturianos y el destino de España

Ignacio Fernández Sarasola reúne dos ensayos de Miguel Artola sobre Jovellanos y Argüelles

 

por Oscar R. Buznego

 

En lo que a política se refiere, el mundo actual tiene su origen en la revolución liberal, que se inspiró directamente en los pensadores clásicos de los siglos XVII y XVIII. Bajo el influjo añadido, y en algunos aspectos contradictorio, recibido de Francia y Estados Unidos, nuestro país también tuvo su revolución liberal. El detonante fue la Guerra de Independencia. La Constitución de 1812 estableció un orden político radicalmente distinto, con cierto carácter pionero. España se declaró nación soberana de ciudadanos libres e iguales. Aunque con restricciones y matices bien precisos, la sociedad española entraba en la modernidad política formando en el grupo de cabeza de los países más avanzados. Después, como es sabido, quedaría rezagada por una sucesión de avatares conflictivos hasta que aquel espíritu fundacional cobrara nuevo impulso en la Transición que trajo, según parece de manera definitiva, la democracia.

Miguel Artola es el gran historiador de la revolución liberal en España. Dedicó una etapa entera de su larga vida a su estudio, publicó libros que son de obligada referencia y punto de partida de un sinnúmero de nuevas investigaciones. Autor prolífico, en su bibliografía destacan los dos textos que Ignacio Fernández Sarasola, profesor de la Universidad de Oviedo, ha tenido el acierto de reunir en esta edición, precedidos por un estudio preliminar suyo, muy ponderado, en el que pone de relieve la inmensidad de la obra de Artola a la vez que deshace varios nudos conceptuales con que tropieza la interpretación del prócer gijonés que propone el historiador vasco. El ensayo sobre Jovellanos cuenta en prosa incitante y clara la vida y el pensamiento del más celebre de los ilustrados españoles. Entre el tradicionalismo y el liberalismo radical, el Jovellanos de Artola, asturiano por los cuatro costados, reformador incansable, muy consciente de la circunstancia que le tocó en suerte, encarna el drama de la historia política española. Cifra el bienestar al que debe aspirar toda política en la educación. Con menos reparos, Argüelles intenta cumplir con el programa liberal sin vacilar. Artola analiza minuciosamente el diseño constitucional de una pulcritud liberal extrema que defiende el político riosellano.

Jovellanos y Argüelles, lectores de Adam Smith, Locke y otros, protagonistas principales de la revolución liberal en España, fueron perseguidos y consumieron muchos de sus días en el destierro o en el exilio, parada habitual de los progresistas en la política española del siglo XIX. Las dos joyas bibliográficas que nos sirve el profesor Sarasola, editor asimismo de los escritos políticos y jurídicos de Jovellanos, son una buena muestra de la fuerza persuasiva del primer liberalismo español.

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