Espacio, Tiempo y Forma. Hª Contemporánea, núm. 34, 2021

por Carlos Martínez Shaw (UNED)

 

En 1959, el geógrafo Amando Melón participó en Berlín en la conmemoración del centenario de la muerte de Alexander von Humboldt. Quedó sorprendido por la escasa atención que se prestó a las relaciones mantenidas por el sabio alemán con las autoridades españolas (que le facilitaron el viaje a América) y con los científicos españoles, tanto los de la metrópoli como los instalados en el Nuevo Mundo, que tanto hicieron para orientarle en sus desplazamientos por el continente y para señalarle algunos de los principales objetos de su investigación, pese al reconocimiento explícito que de estos apoyos hizo el propio viajero. Fruto de aquella decepcionante experiencia fue la obligación que se autoimpuso Amando Melón de escribir un libro que remediara aquel olvido con datos perfectamente objetivos. El texto resultante fue finalmente  publicado en 1960.

Este es el libro que se reedita ahora, más de sesenta años después, considerando que conserva toda su vigencia, pese a las aportaciones posteriores realizadas por diversos especialistas españoles y extranjeros. Para situar al libro en su contexto, la obra original viene precedida de un excelente estudio preliminar firmado por Josefina Gómez Mendoza, catedrática emérita de geografía de la Universidad Autónoma de Madrid, miembro de número de las Reales Academias de la Historia y de Ingeniería y experta en la materia humboldtiana, como demuestran muchos de sus escritos, entre los que destacamos especialmente El pensamiento geográfico (en colaboración con Nicolás Ortega Cantero y Julio Muñoz Jiménez, 1982) y la reciente edición (realizada junto con Miguel Ángel Puig-Samper) del Examen crítico de la Historia de la geografía del Nuevo Continente (2021).

En dicho estudio preliminar, la autora nos ofrece un completo esbozo biográfico de Amando Melón, subrayando su contribución a la consolidación de la geografía como disciplina académica en España. Catedrático de Geografía Política y Descriptiva en la Universidad de Valladolid (desde 1921), pasó a ocupar la cátedra de Geografía General y Descriptiva en la Universidad Central (1948), siendo además subdirector (y después director) del Instituto “Juan Sebastián Elcano” y uno de los animadores de Estudios Geográficos, la veterana revista que acaba de cumplir ochenta años, antes de integrarse como miembro de número en la Real Academia de la Historia (1958). Desde estas plataformas publicaría numerosos estudios de temática americanista, como los dedicados a Juan de la Cosa, a la expedición Magallanes-Elcano, al padre José de Acosta, a Martín Fernández Enciso y a la Casa de la Contratación como centro científico vinculado a los descubrimientos geográficos. Y aquí la autora de esta sucinta pero sugerente biografía se atreve a definir al geógrafo como un hombre de talante liberal (en el buen sentido antiguo de la palabra), aunque también fuera “víctima de su época, víctima del franquismo que todo lo infectaba, del nacionalcatolicismo que se introdujo en todos los ámbitos de la vida y del pensamiento” (p. XXXVII).

Llegando al punto crucial de la gestación de la obra, Amando Melón dirigió la tesis doctoral de Germán Bleiberg Gottlieb sobre Alejandro de Humboldt y España en 1958, un año antes de que ambos (maestro y discípulo) se encaminaran a Berlín para asistir al encuentro internacional organizado por la Gesellschaft für Erdkunde en el palacio de Tegel (donde Alexander von Humboldt y su hermano Wilhelm pasaron buena parte de su infancia). Ayudados por el conocimiento de la lengua alemana del Germán Bleiberg, de origen alemán, los dos participantes pudieron percatarse de la ausencia de toda alusión a las relaciones del viajero prusiano con la España y la América española, pese al papel crucial que desempeñaron en su travesía y en la composición de su obra. Como ya dijimos, ahí se concibió el libro que nos ocupa, reeditado ahora, sesenta años después.

Josefina Gómez Mendoza nos ofrece otra razón para avalar la reedición. Todavía hoy subsisten los prejuicios. Se siguen manteniendo las viejas exageraciones que califican a Humboldt como “segundo descubridor de América” o como “descubridor de la naturaleza americana”, como si no hubieran existido ni el padre José de Acosta ni la larga serie de escritores ilustrados que hablaron de los paisajes americanos. Se siguen escribiendo libros como los injustamente supervalorados de Laura Dasson Walls (2009) o Andrea Wulf (2015), que siguen ignorando la impronta geográfica que preside los escritos del viajero prusiano y, sobre todo, de nuevo, el débito contraído con la ciencia criolla (la botánica colombiana, la astronomía y la mineralogía mexicanas, entre otros préstamos y sugerencias). Es decir pareciera como si nunca hubiera sido escrito el libro de Amando Melón y como si más recientemente tampoco se hubieran publicado obras como la esencial de Miguel Ángel Puig-Samper y Sandra Rebok (Sentir y medir. Alexander von Humboldt en España, 2007). A esta fundamentada reivindicación de la obra pionera, la autora del estudio introductorio añade una bibliografía selecta de Amando Melón y una serie de notas a pie de página que vuelven a subrayar que la ampliación de nuestros conocimientos durante este tiempo no lesiona el núcleo del libro que ahora conoce una nueva vida.

No vamos a ocuparnos del contenido del libro original, aunque sí señalar su organización cronológica (primeros años de la vida de Humboldt, etapas de su gran viaje con Aimé Bonpland por la España peninsular, las islas Canarias y la América española, hasta su partida desde Cuba a los Estados Unidos y de ahí a Francia, su estancia en París y sus últimos años pasados sobre todo en Berlín), así como el fino análisis de su conocida “Serie Americana” (capítulo IV), incluyendo sus Atlas, su Geografía de las plantas, su famosa Relación histórica (Voyage aux régions équinoxiales du Nouveau Continent), su Ensayo político sobre la isla de Cuba, su Ensayo político sobre el reino de la Nueva España y, finalmente, su Examen Crítico. Al término de su detallado estudio, Amando Melón puede con justicia dejarnos una concluyente valoración: “La dirección y gestión de Humboldt en la “Serie Americana” le acredita como primer americanista de los tiempos modernos, como indiscutible maestro en todo lo referido al Nuevo Mundo, lo mismo en su aspecto natural que en los histórico y geográfico” (p. 221).

No podemos cerrar esta breve recensión sin decir unas palabras sobre el propósito inicial del libro de Amando Melón, la evidente influencia de España en el éxito de la empresa humboldtiana, señalada sin falso patriotismo, sino dejando hablar a la documentación, apelando a las voces del pasado frente al silencio de aquel año 1959 que, como acabamos de ver, tiene sus prolongaciones hasta el día de hoy. Alexander von Humboldt y Aimé Bonpland llegaron a España el 3 de enero de 1799 y obtuvieron una amplísima autorización para viajar por España y la América española el 7 de mayo del mismo año, gracias a los buenos oficios de Mariano Luis de Urquijo, lo que les permitió zarpar de La Coruña el 5 de junio. En ese lapso de tiempo, tomaron contacto con instituciones como el Real Gabinete de Historia Natural, el Real Jardín Botánico, el Depósito Hidrográfico y las Academias de Guardiamarinas de Cádiz y Ferrol, así como con buen número de destacados ilustrados como Vicente Tofiño, Felipe Bauzá, José Espinosa y Tello, Isidoro de Antillón, José Clavijo y Fajardo, Antonio José Cavanilles y Juan Bautista Muñoz. En América, la nómina de nombres e instituciones no es menor, como se puede comprobar citando sólo a José Celestino Mutis y Francisco José de Caldas en el virreinato de Santa Fe o a Fausto Delhuyar, Andrés del Río, Martín Sessé y Miguel Constansó en el virreinato de Nueva España.

En resumen, la lectura (o relectura) del libro de Amando Melón nos enriquece, el trabajo de Josefina Gómez Mendoza nos proporciona un retrato ponderado de la figura del ilustre geógrafo y un alegato objetivo y documentado sobre la fundamental relación del sabio alemán con las autoridades, los científicos ilustrados y las modernas instituciones de España tanto en la metrópoli como en América. De ahí que podamos afirmar que los esfuerzos de la acreditada estudiosa y de los arriesgados editores sin ninguna duda han valido la pena.

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