Gerión. Revista de Historia Antigua, 40-1, 2022

por Laura Buitrago (Universidad Carlos III)

 

Esta obra, publicada bajo el sello Editorial Urgoiti (que se ha interesado por consolidar un catálogo que da cuenta del trabajo historiográfico peninsular), reúne el trabajo de dieciocho especialistas, tanto españoles como latinoamericanos, que buscan ofrecer a un público especializado y/o interesado en la Historia Antigua la caracterización de un nutrido grupo de autoras y autores cuyos trabajos han sido fundamentales en la historiografía sobre la Antigüedad. El volumen se enmarca dentro del proyecto de investigación ANIHO (“Antigüedad, Nacionalismos e Identidades complejas en la Historia Occidental”), que dirige el catedrático de Historia Antigua Antonio Duplá y que ha procurado reunir no solamente a investigadores y especialistas de la historiografía de distintas tendencias y escuelas, sino también a un equipo intergeneracional que se ha consolidado desde espacios de participación como las Jornadas Internacionales de Jóvenes Investigadores, que convocan anualmente a aquellos investigadores que empiezan sus carreras en el campo de la Historia Antigua.

De manera especial, cabe resaltar en la publicación la participación de diversos investigadores latinoamericanos, pues sus contribuciones ponen de manifiesto el trabajo que viene desarrollándose en este ámbito de estudio en América desde hace varios años y que se evidencia tanto en la labor editorial desarrollada, particularmente en México y Argentina, como en los usos políticos y en la recepción de la Antigüedad que varios autores han señalado y que se estudia desde los últimos años en proyectos como el mencionado ANIHO y como en RIPOMPHEI (“Recepción e Influjo de Pompeya y Herculano en España e Iberoamérica”), dirigido por la profesora Mirella Romero Recio.

El libro está compuesto por dieciocho capítulos y sigue un orden cronológico, lo que permite apreciar, tal y como se señala en la Introducción, cómo algunos acontecimientos impactan en el quehacer historiográfico de los autores. Los ensayos tienen una estructura básica en la que se incluyen datos biográficos, formación académica, contexto histórico, instituciones en las que participaron los investigadores objeto de análisis, temas y discusiones de su(s) obra(s), impacto y bibliografía seleccionada.

Eleonora Dell’Elicine estudia a Edward Gibbon (1737-1794) y sus seis volúmenes de The History of the Decline and Fall of the Roman Empire. La autora señala como una importante contribución de Gibbon el análisis histórico del cristianismo y afirma que las críticas que se han hecho sobre su obra son producto de la fragmentada lectura de esta. También rescata el concepto de “comunidad de prudentes” que propone el autor, entendido como ese grupo social culto del cual él forma parte y al cual está dirigida la obra. En segundo lugar, Laura Sancho Rocher presenta a Georges Grote (1794-1871) y hace énfasis en los doce volúmenes de History of Greece que publicó el autor. La profesora señala que para el utilitarismo, corriente de pensamiento a la que se adscribe el autor, los mensajes éticos y políticos del filohelenismo servirán para reivindicar el sistema democrático ateniense como modelo a seguir por los británicos. También menciona que History of Greece será un texto fundamental, particularmente para los intelectuales de la segunda mitad del siglo XX.

Por su parte, Gloria Mora señala la trascendencia de la obra de Johann Gustav Droysen (1808-1884) en la historiografía sobre el mundo antiguo, no solo por el impacto que tendrá en autores como Arnaldo Momigliano, sino también porque acuñó términos fundamentales como Hellenismus y verstehen (comprender e interpretar), entendido este último como una metodología propia de las ciencias sociales que posteriormente reelaboró su discípulo Wilhelm Dilthey y finalmente consagró Max Weber, discípulo de Dilthey. Theodor Mommsen (1817-1903) es descrito por Antonio Duplá, que señala el papel de organizador científico del autor alemán, quien, desde las instituciones que lideró o de las que formó parte, propuso proyectos de sistematización de información como el CIL (Corpus Inscriptionum Latinarum) e instituciones como el Instituto Arqueológico Alemán. Desde otro punto de vista, Grégory Reymond afirma que Numa Denis Fustel de Coulanges (1830-1889) fue un historiador sumamente preocupado por el método, que concibió la historia como una disciplina objetiva que puede lograr resultados veraces a través de la búsqueda y el contraste de fuentes, particularmente escritas, y consultadas en su forma original. También menciona que tuvo un enorme impacto en el sistema educativo francés en tanto director de la Escuela Normal Superior (ENS), en la que se educaron investigadoras como Jacqueline de Romilly y Nicole Loraux.

Jane Ellen Harrison (1850-1928), historiadora helenista, estudiosa de los mitos y los ritos de la sociedad arcaica griega, coetánea de la clasicista estadounidense Lily Ross Taylor, no disfrutó del reconocimiento intelectual que obtuvo la norteamericana, al contrario. Rosa María Cid López señala que, a pesar de haber adquirido notables conocimientos sobre estudios clásicos en el Newnham College (de donde es académica Mary Beard), en Cambridge, y de haber superado ampliamente el Classical Tripos, “una prueba que culminaba los estudios académicos, equivalentes a una licenciatura, que se realizaba en la Universidad de Cambridge”, no logró desarrollar una carrera académica, pese a presentarse en varias ocasiones a la cátedra de Arqueología en el University College de Londres, al parecer, únicamente por ser mujer. En cualquier caso, esto no fue impedimento para seguir profundizando en sus conocimientos sobre el mundo griego, específicamente sobre la religión, como guía y restauradora del British Museum y luego como profesora en el Newnham College, donde conformó, junto a sus colegas Gilbert Murray, Francis Macdonald Cornford y Arthur Bernard Cook, el Círculo de Cambridge o los Ritualistas de Cambridge. Este grupo discutía formas diferentes (incluso multidisciplinares) de abordar el estudio de las religiones antiguas, acercamiento que se consideró inapropiado en su época pero que, posteriormente, investigadores como Eric Robertson Dodds (1893-1979) retomarían, puesto que este último, tal y como analiza Ricardo del Molino García, debate la razón griega, “uno de los grandes mitos de la Antigüedad sobre los que se había construido Occidente”. Al exponer la presencia de la irracionalidad en la cultura griega en The Greeks and the Irrational, no solo formulaba un abordaje multidisciplinar del mundo onírico griego a partir de la psicología y la antropología, sino que debatía el idealizado “Milagro Griego”.

Antonio Aguilera aborda el estudio de la obra de Mijaíl Ivánovich Rostóvtzeff (1870-1952), el historiador y arqueólogo ruso que, según el autor, inauguró los estudios modernos sobre historia económica y social del mundo antiguo, sirviéndose de documentación arqueológica y epigráfica. No obstante, en sus obras principales (The Social an Economic History of the Roman Empire y The Social and Economic History of the Hellenistic World), no solamente se encuentran balances económicos y sociales, sino también información sobre la política de los estados. Por su parte, Joseph Vogt (1895-1986), estudiado por Christian Núñez-López, será identificado como un historiador al servicio de los intereses del nacionalsocialismo. En Rom und Karthago, destacó el multiculturalismo del Imperio romano como motivo de su declive, hipótesis en consonancia con los estudios de racialidad que buscaba el régimen con el fin de justificar su proyecto. Pese a que el autor esperaba que esta fuera su obra cumbre, el partido consideró que “no contaba con suficientes contribuciones raciales” y, luego de la Segunda Guerra Mundial, se alejó de la historia política y trabajó sobre la figura de Constantino y la esclavitud. Sobre este último tema, nos cuenta el autor, se planteó incluso desde 1950 “la iniciativa interdisciplinar en Historia Antigua y Arqueología más importante en Alemania después de la Segunda Guerra Mundial (…)”, que finalizaría en 2012.

Ronald Syme (1903-1989) es recordado por Mikel Gago como uno de los invitados al Congreso Internacional sobre Historiografía de la Arqueología y la Historia Antigua en España (siglos XVIII-XX) organizado por Javier Arce y Ricardo Olmos en Madrid en 1988, evento definitivo para las generaciones que se iniciaban por aquel entonces en este campo de estudio. También subraya el interés del investigador por la historia social de las élites durante la República y el Imperio, temática que se verá reflejada en The Roman Revolution, y que explora a través de la prosopografía. A continuación, Cesar Sierra Martín introduce a Arnaldo Dante Momigliano (1908-1987), de quien resaltará sus investigaciones relativas a la historiografía sobre la Antigüedad, así como “las estructuras políticas del mundo antiguo en relación a la problemática de la unidad nacional”, tema que explorará en Filippo il Macedone, que coincide con los procesos de unificación nacional que se llevaban a cabo tanto en Italia como en Alemania. Moses I. Finley (1912-1986) explora la economía en la Antigüedad acercándose a las fuentes primarias, tal y como lo había hecho Rostóvtzeff; sin embargo, Ricardo Martínez Lacy afirma que el autor formula el uso del término “estatus” para clasificar a los grupos sociales, “propone modelos de interpretación no aritméticos con base en la crítica de los testimonios y discute la utilidad o no de los conceptos para entender algún problema histórico”. Siguiendo la discusión en perspectiva social, Carlos García Mac Gaw señala que Geoffrey de Ste. Croix (1910-2000) encontró que la explotación de las clases, analizada bajo el prisma de la Historia Antigua, era el campo para “explicar y ejemplificar” la teoría marxista. Por tanto, de Ste. Croix fue fundamental para el desarrollo del trabajo teórico de autores como Perry Anderson.

Jordi Cortadella Morral resalta de Santo Mazzarino (1916-1987) su interés por la Antigüedad Tardía, periodo que el autor italiano consideraba “clave para entender, a nivel de análisis historiográfico, la historia del Imperio romano y su conexión con el mundo medieval y moderno”. También señala la perspectiva desde los aspectos materiales que propone Mazzarino, razón por la que estudia estructuras sociales y económicas. En esta misma línea cronológica se enmarca Peter Brown (1935-) que, tal y como menciona Clelia Martínez Maza, consolidó el campo de la Antigüedad Tardía y creó el concepto Long Late Antiquity, periodo en el que el autor irlandés identifica una serie de “discontinuidades” que estudia desde una perspectiva cultural, particularmente desde el aspecto religioso, a través del cual evidencia una serie de transformaciones que, considera, no son sinónimo de crisis y/o decadencia.

Elena Staerman (1914-1991) fue una historiadora soviética que trabajó la esclavitud en el mundo romano, tema que, según Mariano J. Requena, era acorde al materialismo histórico que la doctrina de Stalin animaba a estudiar: “la historia de los productores de bienes materiales (…) de las masas trabajadoras (…) de los pueblos”. No obstante, la autora cuestionó con evidencias empíricas la idea de la “revolución esclavista” que había formulado Stalin como acontecimiento que había ocasionado la transición hacia el feudalismo, al afirmar que la crisis del mundo antiguo debía analizarse desde el estudio de las condiciones de propiedad. Julián Gallego define a Jacqueline de Romilly (1913-2010) como una investigadora de la Grecia Antigua, defensora del helenismo, que evidenció a través del análisis de la tragedia griega una transformación entre las obras de Esquilo y Eurípides “en cuanto al lugar de la acción humana con respecto a los dioses”. Por último, Ana Iriarte elabora el perfil de su maestra, Nicole Loraux (1943-2003), de quien resalta sus estudios sobre la identidad ateniense a partir de los responsos fúnebres, la construcción de una imagen idealizada de los soldados atenienses a través de diversas representaciones discursivas e iconográficas, el concepto de división como generador de unidad política y la identidad sexual femenina en las tragedias griegas.

En su conjunto, el libro es una obra indispensable para todo interesado en la Historia Antigua en tanto que ofrece una introducción a la historiografía de la Antigüedad, en la que es posible identificar las obras, los conceptos y los temas trabajados por autores que han sido decisivos en este campo de estudio. Además, revela los aportes, las conexiones y el impacto académico que indiscutiblemente han tenido unos sobre otros, bien sea por pertenecer a las mismas escuelas (en las que, pese a seguir lideradas por las corrientes inglesa, italiana y alemana, la historiografía española empieza a posicionarse y en las que también debe posicionarse Latinoamérica), bien porque han desarrollado sus carreras en espacios comunes, como las universidades estadounidenses. Por último, es necesario resaltar el papel de las historiadoras de la Antigüedad que, tal y como pone en evidencia el libro, nunca han estado ausentes del debate historiográfico. Por el contrario, gradualmente han ido adquiriendo un papel protagonista en el panorama académico, como es el caso de Mary Beard, que ha demostrado a través de su trabajo historiográfico que ahora más que nunca debe repensarse la Historia Antigua.

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