Complutum, vol. 17, 2006

Por Gonzalo Ruiz Zapatero.

La recuperación de la memoria histórica, tan de moda en otros ámbitos en la actualidad, debería empezar por recuperar la palabra, el pensamiento de quienes nos han precedido en el largo camino de la construcción disciplinar de la Historia y la Arqueología. Y la mejor forma, sin duda alguna, es recuperar los textos clásicos de los mejores autores para releerlos, reflexionar y ampliar nuestra mirada sobre su significación en nuestra disciplina. Eso es lo que está haciendo la editorial navarra Urgoiti, a través de su magnífica colección «Historiadores» dirigida con gran acierto por el Prof. Ignacio Peiró de la Universidad de Zaragoza, mediante la reedición de libros que han sido referencias sólidas en la historiografía española. Entre los títulos relacionados con la Prehistoria hay que destacar la Etnologia de la Península Ibèrica (1932) de P. Bosch Gimpera (edición de J. Cortadella), la Historia de Numancia (1945) de A. Schülten (edición de F. Wullf) y esta Arqueología española de J. R. Mélida que vio la luz hace poco más de 75 años. Todos ellos son títulos importantes de textos que tuvieron un gran eco en la investigación y la docencia de la época y, por tanto, en esa medida son muy representativos de la arqueología de aquellos momentos. Las obras de Urgoiti están producidas con mucho cariño de editor, con encuadernaciones exquisitas y unas portadas atractivas. Han recuperado y mejorado en ocasiones las fotografías de las ediciones originales, e incluyen extensos estudios sobre las obras y el autor -casi auténticas monografías- a cargo de reputados especialistas. La empresa editorial es de una gran envergadura y los resultados espléndidos. Representa un valor inestimable para la historiografía de la Historia y la Arqueología españolas.

La Arqueología española (1929) de José Ramón Mélida (1856-1933) es sin duda un libro clave de nuestra historiografía arqueológica pero me adelanto a precisar que, en mi opinión, lo es porque fue el primer manual general de arqueología del s. XX (especialmente de arqueología clásica) que se extendía desde la más remota Prehistoria hasta el mundo tardorromano. Pero su impacto fue limitado porque era un fruto tardío de la tradición histórico-artística y no de la arqueología moderna que se estaba configurando en Europa en la tercera década del siglo pasado. Creo que el manual de Mélida es, en cierto modo, el vagón final de un tren que pertenece más al anticuarismo erudito que a la arqueología moderna, y como bien ha señalado Cortadella (1) la obra, pese a su esfuerzo sistemático no deja de ser un catálogo de antigüedades. En ese sentido no sorprende tanto que la obra no influyera apenas en las síntesis que vinieron detrás y que renovaron la Prehistoria y la Arqueología Clásica españolas, como fueron la Etnologia de la Península Ibèrica (1932) de Bosch Gimpera, los primeros estudios de Almagro Basch o los múltiples trabajos de García Bellido para la época romana. Extremo que bien ha analizado y ponderado Díaz-Andreu (pp. CXLVIII-CLI). Así la distancia que existe entre laArquelogía española y la Etnologia de Bosh Gimpera se me antoja mucho más grande que la que podrían indicar los tres años que separan ambas obras. Sólo median tres años pero Mélida pertenecía a una generación que en términos modernos no llegó a hacer arqueología prehistórica y Bosch Gimpera se había formado en Alemania con los mejores especialistas y tenía ya cubierta la primera etapa de una trayectoria que le llevaría a ser uno de los más prestigiosos prehistoriadores de Europa. Mélida, como señalaba más arriba, representaba el final de una tradición arqueológica y Bosch el inicio de una nueva. Como bien se puede comprobar comparando quienes fueron los maestros de uno y otro (2). Con todo, es cierto que el libro constituye un exponente claro de lo que fue la tradición arqueológica española en el primer tercio del s. XX. Pero su impacto, como he señalado, fue limitado. Otro indicador muy significativo: las referencias a Mélida en la gran síntesis de Bosch Gimpera (1932) son ciertamente escasas para quien había sido catedrático en la Universidad de Madrid (1911-1926) y director del Museo Arqueológico Nacional (1916-1930). Y sobre todo, es muy revelador comprobar que todas ellas son meras citas de piezas o materiales arqueológicos concretos, ni una sola se refiere a ideas, hipótesis o interpretaciones de Mélida.

La arqueología de Mélida es, básicamente, una arqueología de objetos casi sin referencias a contextos. Es, de alguna forma, una arqueología de “lo recogido” en colecciones museísticas y de “lo visible”, como pinturas parietales, megalitos y castros. Es casi una arqueología sin excavación, sin contextos, sin “geografías” y sin cartografías (es revelador que no haya un solo mapa en la Arqueología española). Pero sí es significativo destacar que los llamados “iconos de España” por García de Cortazar (3) tienen sus representantes de la “España Antigua” -las hachas de Torralba y San Isidro, los bisontes de Altamira, las pinturas de Cogull y Alpera, la “cueva” de Menga, los vasos campaniformes de Ciempozuelos, las taulas y navetas menorquinas, la Dama de Elche-, que encuentran un lugar de honor en el libro de Mélida. Estos iconos persistirán en las síntesis posteriores y aun pasaran a los textos escolares que, copiándose unos a otros, ayudarán a fijar esas imágenes de una manera indeleble, deviniendo en auténticos «hitos de nuestra primera historia, que para muchos han quedado sin más, jalonando los principales conocimientos que han conservado de la misma» (4). Por lo demás, las ilustraciones de la obra son aplastantemente fotografías, en su inmensa mayoría de piezas arqueológicas, con unas pocas imágenes de yacimientos y estructuras -especialmente en época romana- y apenas ocho dibujos a línea, dos plantas de castros del NO. y algunas tumbas prehistóricas. Es, claramente, un discurso gráfico antiquarista.

El enfoque obsesivamente positivista y descriptivista se traduce en la provisión de medidas en centímetros de piezas, tumbas o estructuras, con algún lapsus como la referencia (p. 49) a una pared del poblado de El Argar de 35 m. de altura (¿?). Pocas reflexiones se salen de ese planteamiento, por ejemplo, el reclamo de un orgullo nacional para destacar la importancia de la España de la Edad del Bronce como centro innovador: las invenciones de la tumba de cúpula, del vaso campaniforme y de la alabarda (p. 45).

El amplio estudio introductorio de Diaz-Andreu, casi 150 páginas, es un documentado ensayo que analiza minuciosamente a Mélida y su obra y supone una interesantísima aportación a la historia de la arqueología española de finales del s. XIX y comienzos del XX. La autora realiza una biografía intelectual de José Ramón Mélida (1856-1933) que arranca de su entorno familiar, se extiende en dos largos apartados sobre el contexto institucional del arqueólogo, reflexiona sobre la teoría y la práctica en su pensamiento y obra y termina con una evaluación del impacto del manual en la enseñanza e investigación posteriores. Además recoge al final, en casi 30 páginas, la lista de publicaciones de Mélida, tarea difícil, que la propia autora califica de incompleta. Del estudio se puede deducir, al menos en mi opinión, que la mayor trascendencia de Mélida debe situarse en el impulso que dio al Museo Arqueológico Nacional durante sus años de director (1916-1930) y en la publicación de los primeros catálogos modernos de sus numerosos fondos.

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La colección de Urgoiti permite recuperar las voces originales de los grandes y las acertadas reflexiones de nuestros contemporáneos, en un momento en que la historia de la Arqueología empieza a ser, entre nosotros, un tema importante. Además de las muchas razones existentes para defender esa importancia otra posible es que la historia de la Arqueología puede ayudar al bosquejo de las líneas futuras de la disciplina y al conocimiento de cómo sus practicantes operaran en temas como el reclutamiento de especialistas, la distribución de los fondos de investigación y las agendas temáticas de reuniones y congresos.

(1) “Historia de un libro que se sostenía por si mismo”, en P. Bosch Gimpera (edición de J. Cortadella) Etnologia de la Península Ibérica, Pamplona, Urgoiti Editores: pp. VII-CCXLIV.

(2) M. Almagro Gorbea, “Presentación”, en D. Casado Rigalt, José Ramón Mélida (1875-1936) y la Arqueología Española, Madrid, Real Academia de la Historia, 2006, pp. 1-3.

(3) Historia de España, de Atapuerca al euro, Barcelona, Planeta, 2002.

(4) J. M. Gómez Tabanera, Las raíces de España, Madrid, Instituto Español de Antropología Aplicada, 1967, pág. XI.

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