por Gerardo Bolado (Universidad de Cantabria)
Me parece un acierto que Urgoiti Editores hayan dedicado el volumen 30 de su cuidada Colección “Historiadores” a Marcelino Menéndez Pelayo. El volumen ha sido preparado por el filólogo del Departamento de Literatura Española (CSIC), Joaquín Álvarez Barrientos, cuya investigación se ha centrado en la literatura y la historia cultural españolas de los siglos XVIII y XIX. Son varios los estudios que este reconocido investigador ha dedicado al gran historiador del pensamiento y las literaturas hispánicos, desde que publicó “José Marchena y Menéndez Pelayo: la invención de un personaje” en el Bulletin of Spanish Studies (Hesitancy and Experimentation in Enlightenment Spain and Spanish America. Studies on Culture and Theatre in Memory of I. L. McClelland, ed. Ann L. Mackenzie & Jeremy Robbins, BSS, LXXXVI:7–8 [2009], 105–17), todos los cuales desembocan en el enriquecedor estudio preliminar de este volumen antológico.
El significativo título, Literatura y nación: preliminares de historia literaria, manifiesta las claves de composición de esta antología. Estamos ante una aproximación a Menéndez, hecha principalmente desde su vertiente literaria, atendiendo a escritos introductorios de sus series históricas o ediciones, y tendente a situar su figura y su obra, no en su tiempo, sino en el nuestro.
En su tiempo, la producción de Menéndez se desarrolló en dos momentos irreductibles, y que no encajan bien en el proceso histórico, categorizado por Barrientos bajo la rúbrica historia literaria. El primero tendió, por un lado, a reivindicar e inventariar, desde la polémica de La ciencia española, la aportación hispánica a la cultura occidental; y, por el otro, se orientó a revitalizar la tradición del pensamiento español mediante series históricas monumentales como los tomos de su Historia de los heterodoxos españoles o la Historia de las ideas estéticas en España. Este primer momento, en el que se inscribe también su interés por recuperar los estudios clásicos en obras como Horacio en España, se desarrolló entre 1876 y 1890, y sólo fue retomado en encargos puntuales, el último de los cuales fue en torno a 1910, con motivo de la “Edición definitiva” de los Heterodoxos. Este programa pelayano de restauración del pensamiento nacional no superó el crisol del 98 y no formó parte ya de la llamada Edad de Plata.
El segundo momento, que se extendió desde 1890 hasta su muerte en 1912, estuvo dominado por el interés literario y se desarrolló en grandes proyectos como la edición de las Obras de Lope de Vega, la Historia de la poesía hispanoamericana, los Orígenes de la novela dentro de la Nueva Biblioteca de Autores Españoles etc. Si el primer momento desborda la historia literaria, por tratarse más bien de Historia de la religión, de la filosofía, de la ciencia, de la estética etc., el segundo puede parecer fragmentario, pues Menéndez no llegó a escribir una Historia de la literatura española, menos aún como exponente de la nación, aunque dejase escritos muchos de sus capítulos, además de ingentes materiales de dicha Historia.
Las series históricas del primer momento de la producción pelayana son precisamente las que mas sufren en esta antología. La ciencia española está bien recogida, pues Esplendor y decadencia de la cultura científica española es una reseña soberbia de la obra de Fernández Vallín, Cultura científica en España en el siglo XVI, y pertinente, aunque fuera incluida por Miguel Artigas en la cuarta edición de la obra, cuando ya había fallecido su autor. En cambio, los Heterodoxos no están en su lugar, ni bien representados. La Advertencia de julio de 1910 puede confundir al potencial lector de la obra, por ser expresión de una pluma sin la espontaneidad y frescura de la original, que promete una refundición de la obra, incumplida, pues se quedó en la reescritura del primer libro, famélico en la primera edición. Tampoco la Historia de las ideas estéticas está adecuadamente recogida con esa Advertencia preliminar de 1883, que fue corregida de facto por el avance en la composición de la obra, de manera especial en la parte dedicada al siglo XIX. Evidencia, además, que reducir esta antología a textos preliminares tiene sus inconvenientes; mejor hubiera sido incluir algún capítulo, de los muchos soberbios que contiene, por ejemplo de los dedicados a la poética y retórica española del Siglo de Oro. En fin, la inclusión de la semblanza del abate Marchena, saturada de textos del afrancesado, en lugar de la sentida y significativa semblanza, que Menéndez dedicó a su maestro Milá, sólo puede entenderse desde cierto interés por reconciliar al historiador católico con la Ilustración. Pero, ya lo hemos dicho, es la antología de un filólogo experto, interesado en recuperar la vasta obra pelayana.
Este valioso volumen, preparado por Álvarez Barrientos, contribuirá sin duda a que una fuente imprescindible y fecunda de la cultura hispánica fluya con normalidad en el cauce del hispanismo contemporáneo. Como escribió George P. Gooch sobre Menéndez en su erudita History and Historians in the Nineteenth Century, 2a ed. (London: Longmans, Green & Co., 1913): “his writings have thrown more light on the development of the Spanish mind tan those of any other writer, native or foreign” (444).