Territorios, núm. 58 (El Correo, Bilbao)

TELEGRAMA BAROJA

En apenas días, Pío Baroja, el escritor donostiarra más grande entre los grandes, nos llega a los ojos de nuevo, por diversos medios, con ese halo de presencia en la ausencia que representa ilusión y aliento de literatura y vida. Y hete aquí que el profesor Francisco Fuster, de la Universidad de Valencia, que hace apenas días nos ha ofrecido dos libros en relación con Baroja (Baroja y España, el ensayo más riguroso sobre El árbol de la ciencia; y Recuerdo de don Pío Baroja, de Cela, con motivo del centenario de éste), nos hace llegar de pronto, por medio de editorial Urgoiti, de Pamplona, en exquisita edición e introducción extensa, rigurosa y precisa, otro libro capital para comprender a Baroja: el ensayo de Luis Sánchez-Granjel El último Baroja, estudio excelente del médico e historiador de la Medicina más importante que ha tenido el País Vasco, superando a su propio maestro, Laín Entralgo.

      El último Baroja se publicó en Salamanca (1992), apoyado por instituciones médicas, aunque con gran número de disfunciones editoriales. Fuster, rigor y forma, hace un estudio preliminar que contextualiza, sitúa y da sentido al trabajo de Sánchez-Granjel, médico nacido en Segura y doctor en Salamanca ‒autor de varios libros sobre la Generación del 98‒, y a quien el propio Baroja reconoció, por escrito, su valor. Aparece ahora en edición exquisita.

Y, de pronto, nos llega nueva edición de Juventud, egolatría (1917), libro inclasificable y lumínico de Baroja. Lo publicó Caro Raggio, quien era su cuñado al mismo tiempo, pero que supo presentar de manera excelente, tanto los libros de sus parientes como los cientos de libros de su tiempo. Juventud, egolatría es el libro de escritor maduro, quien ya en la cuarentena se considera viejo. En esta consideración había algo de coquetería simpática en don Pío, pero lo importante es que el libro es una declaración donde el escritor expresa una vez más sus filias y fobias con sinceridad, que agranda su persona y personaje. La edición tiene algo de nostálgica pero, sobre todo, es conmemorativa, ya que los continuadores de la saga de Caro Raggio hacen un recordatorio y homenaje a la gran labor histórica que hizo Caro Raggio en la vida cultural de su tiempo.

Lleva la nueva edición de Juventud, egolatría un prólogo de Julio Caro Baroja, rigor de sabio que discurre, y una coda final de Ramón Eder, quien reconoce cómo Baroja es autor que, como repite Pedro Ugarte, «hace lectores»: hace que quien se asome a su obra no pueda echarse atrás, arrebatado por la lectura. Y en eso estamos.

FÉLIX MARAÑA

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