Saberes. Revista de historia de las ciencias y las humanidades, núm. 1, 2017

La prehistoria es una disciplina distinta de la historia, cuyo objeto de estudio es el transcurrir de la humanidad primitiva, desde sus orígenes hasta la aparición de la escritura. Los pocos estudiosos dedicados a ella encaran muchos problemas de orden material para obtener evidencias empíricas de un pasado que ronda entre los 15 y los 25 mil años. Como los geólogos o los evolucionistas, que recurren a vestigios de restos fósiles cuya antigüedad se mide en miles o decenas de millones de años, los estudiosos de la prehistoria también se apoyan en los restos arqueológicos para conocer el momento en que la naturaleza se humaniza y las capacidades humanas evolucionan para interactuar con la nueva realidad histórica.

La ruta epistemológica de esta disciplina, cuya preocupación esencial son los orígenes de la humanidad, no supera los doscientos años. Esto revela la enorme distancia temporal que separa al objeto de estudio (cercano a los 25 mil años) de su reciente observación científica. Así como los geofísicos consideran que hoy en día la humanidad apenas tiene conocimiento de un 3% del universo cósmico del cual forma parte, seguramente los expertos en prehistoria tendrán una opinión parecida sobre el escaso conocimiento que tenemos de nuestra historia remota, que hunde sus raíces en el tiempo geológico.

Los estudios sobre la prehistoria de la humanidad no sólo son jóvenes; también afrontan problemas de interpretación, principalmente debido a las limitadas evidencias documentales que existen de ese pasado remoto. En contra de la preservación de estos documentos han jugado variados fenómenos geológicos (volcánicos, por ejemplo) y de sedimentación, que han encapsulado, fragmentado o destruido las evidencias de vida humana en su expresión primigenia. En el siglo pasado, con el desarrollo de otras disciplinas científicas, como la geología, la biología o la arqueología, que en sus pesquisas arrojaron variados hallazgos que aludían directa o indirectamente a un origen primitivo de la humanidad, los estudios sobre la prehistoria afloraron con mayor fuerza, se formularon nuevas teorías y otras fueron duramente cuestionadas.

      El hombre prehistórico y los orígenes de la humanidad, escrito por el alemán Hugo Obermaier en 1931, se ubica justamente en ese contexto. Aunque dicho texto fue escrito hace más de ocho décadas, su sobrada documentación y rigor conceptual han permitido que continúe vigente en los inicios del tercer milenio, como un clásico insoslayable para hacer avanzar el conocimiento. El libro se ha reeditado en diversas ocasiones y en idiomas distintos gracias a sus fortalezas científicas y a la certeza de que “la historia de la humanidad primitiva tiene aún raíces incrustadas en la historia de la Tierra”.

Su última reedición en castellano se debe al interés de Urgoiti Editores, y al excelso trabajo de valoración de dos destacados científicos españoles: Carlos Cañete y Francisco Pelayo, cuyas líneas de interés se centran en las teorías sobre el origen de la humanidad, la historia de la paleontología humana, la recepción y difusión del darwinismo y del evolucionismo, y la historia de las representaciones antropológicas en España y África. En su extensa y bien documentada introducción al libro de Obermaier, titulada “Entre culturas y guerras: Hugo Obermaier y la consolidación de la prehistoria en España”, ambos autores reconocen el alto valor científico y de divulgación de dicho texto para los años de su aparición, y lo consideran un clásico de la literatura científica en los días que corren.

Hugo Obermaier (1877-1946) nació en Alemania, pero estudió en Viena y París antes de llegar a España en 1908, interesado en los yacimientos de la Cueva del Castillo, en Santander; después expande ese interés a las cuevas de Cantabria y Asturias. Esa decisión lo convertiría, con el paso de los años, en uno de los científicos con mayor acreditación en los estudios sobre la prehistoria de la humanidad, con fuertes componentes epistemológicos, documentados en su trabajo de campo en la península ibérica. Impedido para retornar a Francia y a su tierra natal por el inicio de la Primera Guerra Mundial, permanece en España y se integra a la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas; más tarde se hace cargo de la cátedra de Historia Primitiva del Hombre en la Universidad Central de Madrid. En ese tiempo publica una serie de escritos, entre los que destacan: El hombre fósil (1916) y El hombre prehistórico y los orígenes de la humanidad (1932, primera versión en español).

Cañete y Pelayo reconocen en su obra un renovado impulso a un campo de conocimiento que se abrió paso entre guerras, y que tendría enormes repercusiones en la vida académica y científica de España durante la primera mitad del siglo XX. En Entre culturas y guerras: Hugo Obermaier y la consolidación de la prehistoria en España, Cañete y Pelayo ejecutan un meritorio trabajo de síntesis de la genealogía intelectual de Obermaier, quizá el mejor realizado en lengua castellana hasta el momento. No sólo aparecen en él las turbulencias bélicas en el escenario local e internacional, catastróficas para las ciencias y su práctica; de mayor relevancia son los entramados analíticos puestos en acción por ellos para desentrañar los procedimientos conceptuales y modelos teóricos ensayados por Obermaier para adentrarse y comprender los diferentes periodos o eras de la historia de la Tierra, en donde anidaban los más antiguos vestigios del hombre primitivo.

Dicho estudio introductorio integra varias escalas de análisis sobre el contenido del libro de Obermaier: los andamios de validación de teorías, interpretaciones y evidencias fósiles (como la polémica sobre los eolitos), sus aportaciones a la disciplina de la prehistoria a través de caracterizar las singularidad de determinadas eras o periodos en regiones particulares de Europa, desde el Paleolítico, pasando por el Neolítico y hasta la llamada Edad de Bronce, y su recepción e impacto en la sociedad, desde el punto de vista político y cultural, que exacerbó el debate entre ciencia y religión.

Aquí vale anotar que el estudio introductorio no sólo es una guía imprescindible para navegar en aspectos técnicos o especializados de la prehistoria; de mayor calado es la escenificación de los encuentros y desencuentros con otras disciplinas en términos heurísticos o hermenéuticos. También destaca la puesta en perspectiva y la revaloración del desarrollo científico alcanzado por la prehistoria de la humanidad en Europa y España en la primera mitad del siglo XX y, finalmente, la incorporación de un rico y basto análisis historiográfico que recoge los principales debates de interpretación que se suscitaron tanto en la primera mitad del siglo XX, así como aquellos otros, los más abundantes e incisivos, que se desarrollaron después de la Segunda Guerra Mundial y hasta nuestros días. Aprovechando la vasta información recuperada desde entonces, y el uso de las nuevas herramientas conceptuales y técnicas disponibles, convirtieron a la propia disciplina y su desarrollo en un objeto de estudio por sí mismo.

No cabe duda, Hugo Obermaier y su obra El hombre prehistórico y los orígenes de la humanidad, que ahora se reedita, representan un parteaguas en el estudio del pasado más remoto del hombre primitivo. Es un clásico imprescindible para acompañar el lento y largo recorrido de nuestros antepasados hasta lograr escribir su propia historia. A su vez, el estudio introductorio, surgido de la mano de Carlos Cañete y Francisco Pelayo, refrenda nuevamente la capacidad que adquirió la humanidad desde entonces para pensarse a sí misma, recuperar los más disímbolos artefactos (materiales o puramente simbólicos) de su propio devenir colectivo y social, así como los posibles caminos y atajos de vida e interpretación que nos trajeron hasta aquí y ahora.

 

JOSÉ ALFREDO URIBE SALAS

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