Quaderni di Storia, núm. 62, 2005

Por Gonzalo Cruz Andreotti.

   La edición de un clásico es bienvenida en una disciplina como la nuestra, donde los trabajos están siempre de actualidad y son susceptibles de ser estudiados y vueltos a ver desde los más diversos puntos de vista. En el caso que nos ocupa se trata de la Historia de Numancia de A. Schulten, un hispanista alemán de tremendo impacto en la historiografía hispana durante más de los primeros 50 años del siglo pasado y, para muchos no iniciados en la Historia Antigua de la Península Ibérica en la Antigüedad, aún hasta hace muy pocos años un punto de referencia para el análisis de los pueblos prerromanos hispanos y su proceso de conquista y romanización; no olvidemos, por ejemplo, que las voces de la Paulys Realencyclopädie der classischen Altertumswissenschaft o de la Cambridge Ancient History referidas a España son suyas, hasta su segundas —y recientes— reediciones. Un hispanista éste que entendió desde Tartesos hasta Sertorio en Hispania; que escribió sobre Viriato o excavó y expuso la topografía de los campamentos de Escipión en las llanuras sorianas; que investigó desde el mito platónico de la Atlántida hasta la edición de las geografías de Estrabón, Ptolomeo o Avieno. No hubo prácticamente un tema de la Historia Antigua hispana que no tocase directa o indirectamente, culminando su esfuerzo con una Geografía y etnografía antiguas de la Península Ibérica. (Madrid, Instituto «Rodrigo Caro» de Arqueología – Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1958), a modo de gran y última síntesis.

   Esta Numancia constituye una traducción de 1945 del original alemán de 1933 realizada por uno de sus discípulos hispanos, Luis Pericot, y que es a su vez una síntesis de su Numantia en cuatro tomos (los trabajos arqueológicos entre 1905-1912), publicados a partir de 1914, y que le catapultaron a la fama entre la arqueología hispana. El texto de 1945 iba dirigido al gran público, dentro de los límites de este término en la España franquista de entonces, sumida en plena posguerra. Hay que decir, antes que nada, que la edición presente de Urgoiti está muy cuidada, en textos y láminas, no observándose prácticamente ninguna errata de consideración. Pero su reedición, todo hay que decirlo, vale sobre todo por lo que significa desde el punto de vista historiográfico; que nos acerca al impacto que el conjunto de sus ideas sobre la organización política, social, económica y cultural así como las formas de vida de los pueblos de la Meseta tuvieron en la investigación española y europea, además de en ciertos círculos intelectuales y de poder.

   En este sentido, no se puede leer nuestra Numancia sin acudir previamente a la amplísima y documentada introducción de Fernando Wulff Alonso, reconocido y reputado historiógrafo de la Antigüedad hispana en todas sus épocas (véase, por ejemplo, su reciente síntesis: Las esencias patrias: historiografía e historia antigua en la construcción de la identidad española (siglos XVI-XX), Barcelona, Crítica, 2003; o la recopilación novedosa sobre la historiografía del franquismo: Antigüedad y franquismo (1936-1975), editado con Manuel Álvarez Martí-Aguilar, Málaga, CEDMA, 2003); hacer lo contrario sería un mero ejercicio de curiosidad erudita o diletante.

   La principal virtud del estudio preliminar es su pretensión de globalidad. El mismo título lo anuncia: «Adolf Schulten. Historia Antigua, Arqueología y racismo en medio siglo de historia europea». Abarca todos los aspectos académicos, científicos y humanos del personaje, su obra y su época a lo largo de su dilatada vida. No se limita por tanto a una introducción historiográfica específica del trabajo editado, aunque a él le dedica numerosas páginas puesto que constituye uno de los pilares de la producción schulteniana; incluye, además, un estudio en profundidad del también paradigmático Tartessos(1922; 1945), además de manejar —aunque con menor detalle— su Hispania(1920), su Sertorio (1926; 1947), las Fontes Hispaniae Antiquae (1922-1959; 1987), su Los cántabros y astures y su guerra con Roma (1943) o la Geografía y etnografía antiguas de la Península Ibérica (1958; 1963),y un sinfín de trabajos menores, artículos en la prensa, etc., e incluso sus primeras investigaciones sobre África (De conventibus civium Romanorum, 1892; Das römische Afrika, 1899) —esencial para comprender su cambio de dirección. Todo ello para explicar en su total amplitud y complejidad a un personaje de tercera fila como Schulten en el contexto de la conflictiva situación política, social y académica de Alemania dese finales del siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX. El padrinazgo crítico y en la distancia de Wilamowitz y, en menor medida, de Mommsen; los desvelos de Schulten por encontrar un hueco en la dura y competitiva academia alemana, lo que le llevaría al abandono de sus estudios africanos iniciales de índole socioeconómico a favor de los hispanos, mucho menos extendidos en su país, y a los que se dedicaría de por vida en exclusividad y no disimulado acaparamiento —de hecho no creará escuela ni en Alemania ni en España; su progresiva hegemonía en el naciente panorama arqueológico y universitario español, que le cuida hasta el punto de sufragar la totalidad de sus viajes, gastos y trabajos de la última época tras su jubilación en 1936; su actitud con respecto a estos últimos colegas, que bascula entre la ignorancia consciente y el desprecio más absoluto, amparado en la superioridad de su condición académica y la aparente solidez de sus argumentos filológico-arqueológicos; y, en paralelo, el progresivo aislamiento de su mundo universitario germano, a pesar de los fuertes apoyos iniciales. Todo ello lo encontramos de manera detallada en estas páginas introductorias.

   Pero con el estudio del personaje, su psicología y sus distintas posiciones profesionales no acaba el análisis historiográfico. En este sentido, la introducción tiene el mérito de haber trabajado en una doble dirección: lo que podemos explicar en el contexto de las tendencias historiográficas, culturales e ideológicas europeas en general, y alemanas en particular, que dan un brusco viraje en los últimos años del siglo XIX hacia una marcada reacción; y lo que sólo podemos entender en el marco de la situación política e historiográfica española, de la que Schulten toma mucho más de lo que públicamente y en sus escritos es capaz de admitir. Así, tenemos ante nosotros en el citado y extenso preámbulo un panorama muy completo (con la excusa del «éxito» español de Schulten y su obra que nos sirven de engarce) sobre la historiografía de la arqueología y la historia antigua española entre los últimos años del siglo XIX y el primer franquismo, así como sus vínculos y diferencias con el panorama europeo, lo que no es muy habitual (antes al contrario) entre los análisis historiográficos actuales.

   La capacidad de conexión de Schulten con los investigadores (fundamentalmente con la «escuela de Barcelona» representada por Bosch Gimpera y sus discípulos) y el público hispano en general, no sólo se explica desde la simple perspectiva de la admiración antes el peso académico de Alemania, punto de referencia de la arqueología española desde el siglo XIX, sino también por la coincidencia en el mensaje de fondo. Amparado por el peso de su formación, Schulten cimenta una idea de la construcción histórica de lo español y de los españoles, en una unión pasado / presente sin prácticamente rupturas, muy en la dirección de las corrientes más conservadoras a la vez que irracionales de la historiografía europea, y que se unen a las líneas más moderadas del pensamiento español de la restauración canovista y la crisis del 98, que resurgen tras la guerra civil y el primer franquismo. Es esa idea de lo español residenciado en las esencias castellanas como ser histórico caracterizado por un carácter individualista, indisciplinado e inconstante; incapaz de asimilar una cultura superior y de organizarse en sistemas políticos complejos y civilizados; violento aunque noble; indómito pero hospitalario; y que en última instancia encuentra su explicación en el origen africano del pueblo ibérico (en detrimento de lo céltico, a pesar de la evidencia lingüística), y al que hace ocupar buena parte de la península desde época prerromana. Estos planteamientos, que alcanzan uno de sus momentos cumbre en la Numancia que comentamos, encuentran un ambiente muy favorable y proclive en círculos culturales y políticos españoles, que ven en sus argumentos históricos una demostración más para justificar la necesidad de un estado centralizado, disciplinado y férreo. Nótese, por ejemplo, que su Etnografía…, donde aparecen sistematizadas todas estas ideas expuestas a lo largo de sus años de investigación aparece en pleno franquismo, cuando estos principios vuelven a retomarse para justificar la caída de la República, la guerra civil y la imposición de un régimen militar y dictatorial, más allá de su apariencia fascista pseudorevolucionaria. Este planteamiento caracterológico (no exento de tintes exóticos y racistas sobre el otro / el inferior / el diferente), y donde Tartesos (precisamente su construcción más débil desde el punto de vista estrictamente filológico e histórico) es una excepción —que no se repite— por el carácter dócil y civilizado de su cultura, vuelve una y otra vez allí donde se trata de entrever las más profundas razones del fracaso hispano: desde Viriato hasta los campesinos de la Castilla, que tan bien él pretende conocer por sus andanzas en tierras soriano-numantinas.

   Esta es, en última instancia la razón de su éxito hispano, matizado por alguna crítica respetuosa en vida (como la de Antonio García y Bellido), y menos repetuosa por parte de sus colegas alemanes (como el caso de Eduard Meyer), a medida que sus «fantasiosas» e «indisciplinadas» elucubraciones históricas caen por el peso de los hechos documentados. Esa obsesión por la «psicología de los pueblos», que al final de su vida se radicaliza con un claro determinismo etno-geográfico, es lo que aclara la afinidad con un pensamiento español donde siempre ha estado tan presente de manera polémica la necesidad de definir «lo español» (recuérdense los lamentos de Azaña o los versos de Machado), controversia permanente desde nuestra tardía constitución de un estado nación con aspiraciones de modernidad. La aparente contradicción de su colaboración que podamos encontrar con un insigne arqueólogo catalán como Pedro Bosch Gimpera, tan distinto en ideología, método y conclusiones, sólo puede entenderse por este afán compartido; de la misma manera, el cierto respeto del que gozó durante un tiempo como hispanista reconocido en Europa sólo puede concebirse desde este fondo común de preocupación que únicamente empieza a superarse tras el revulsivo de la Segunda Guerra Mundial y el esfuerzo continuado de la escuela de los Annales.

   Todo esto, y el conjunto de dependencias de Schulten con la tradición europea y española (las explícitas e implícitas, directas e indirectas, historiográficas e ideológicas), además de sus herencias y carencias metodológicas e históricas, está expuesto con primoroso detalle en las más de 200 páginas de lo que termina siendo en realidad un vigoroso, atrevido y documentado estudio de historiografía española; y visto desde el prisma de un momento de la Historia europea en el que ésta era, mucho más que ahora, un instrumento propagandístico y político de primer orden. Bienvenido sea un proyecto editorial como el de Urgoiti (donde Schulten no es un caso aislado: hay más de 20 títulos ya en las librerías en su Colección Historiadores), donde la reedición es una excusa para la reflexión sobre nuestra herencia cultural y epistemológica.

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