El Paseo Cultural (Cabra), vol. XV-1, 2005

Por Ramona Quintana Luque.
En la edición que Romero Tobar hace de la obra de carácter histórico de D. Juan Valera se recoge por una parte la continuación que escribió Valera de laHistoria general de España de Modesto Lafuente y por otra los artículos de contenido histórico que manifiestan las ideas históricas de Valera.
En el estudio preliminar, Romero Tobar analiza la importancia de Valera como historiador y la diferente estimación que hacen de sus escritos novelistas y críticos contemporáneos o actuales como Ortega y Gasset, Machado, Unamuno, Azaña o Julián Marías, aunque reconociendo todos ellos su gran talento.
El Juan Valera historiador tiene como obra fundamental la continuación de la Historia general de España de Modesto Lafuente, amén de multitud de trabajos de carácter periodístico, amplios y variados, como comentarios a ediciones de carácter histórico, catálogos de exposiciones, conmemoraciones de grandes acontecimientos… etc. Junto a esta obra se añade su ingente labor epistolar, que rebosa de anécdotas y referencias sobre acontecimientos históricos vividos o contemplados, de gran interés para los historiadores: los conflictos de la clase dirigente del reinado de Isabel II, los acontecimientos del Sexenio Revolucionario, la Restauración alfonsina, la guerra colonial y el 98 y acontecimientos internacionales que suelen ser ignorados o eludidos por los autores españoles como las revoluciones del 48, curiosidades de las cortes brasileña y portuguesa, los Estados alemanes anteriores a 1870, Rusia en 1857, la brillantez del París del II Imperio, la corte de Francisco José de Austria y los conflictos larvados de los Balcanes y las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos previos a la guerra del 98.
En 1847 tiene el proyecto, que no realizará, de escribir sobre la dominación española en Nápoles y Sicilia que se transformará en una Historia sobre los Austrias y España en los siglos XVI y XVII. Dentro de estos gigantescos proyectos concibe entre 1868 y 1878 una obra, un Plan de una Historia general de España y Portugal, con una implicación mutua de las dos naciones, dedicando gran importancia a la “historia social” y a los hechos culturales. Para realizar este magno proyecto recabaría el apoyo de intelectuales de la talla de Amador de los Ríos, Cánovas o Benavides… sin embargo esto quedará también en mero proyecto. Pero este proyecto es fundamental en la idea de Valera como historiador, ya que muestra sus ideas rectoras: sensibilidad hacia la lingüística portuguesa, castellana y catalana; hacia las ciencias auxiliares (arqueología, cronología, economía social…), y sobre todo hacia la unidad hispano-lusa, que ve rota por la actuación política y la arrogancia de los triunfos hispanos en 1856-1868 (Santo Domingo, guerra de África, Callao, Indochina) que hacen ver a Portugal como un país débil y digno de desprecio.
Su visión sobre España es sorprendentemente moderna: ni apasionado españolismo ni denuncia del pasado. Una visión de un pasado complejo imbricado con el mundo europeo de aquel tiempo. Así, en su artículo sobre losEstudios sobre la Edad Media de Pi y Margall, escribe que su objetivo es «razonar sobre lo español en el pasado, para que el lector extraiga conclusiones para el presente». Esta versión contrasta con la visión fuertemente positiva del descubrimiento y civilización americanas, que llega incluso al tono apologético.
La Historia de Lafuente tiene como objetivo la búsqueda de las señas de identidad de la nación española, cuya existencia es considerada inmemorial. En su continuación, Valera escribirá apoyándose en sus lecturas hegelianas, entendiendo la historia como «el despliegue diacrónico de un haz de energías individuales y colectivas de diversa naturaleza cuya relación interna explicaría las leyes del devenir histórico». Por otra parte, Valera despliega en sus escritos su ideología liberal: defensa de los derechos del individuo, principio político del pacto constitucional, separación del poder político y de la Iglesia, y un fuerte optimismo sobre la marcha de la Historia. A todo ello se une su experiencia en el cuerpo diplomático y los conocimientos adquiridos en su carrera como político sobre las relaciones del estado español con otros estados, unido a cierto tono de chismorreo cortesano, que aderezan sus páginas y que ayudan a crear un ambiente de “historia de la vida cotidiana” aplicado al mundo político. Realiza continuas semblanzas históricas de los personajes y alude o cita con frecuencia cartas, manifiestos y discursos parlamentarios pretendiendo un toque de objetividad. Intenta contar las cosas como sucedieron en realidad, pero no puede evitar en algún momento o pasaje de su obra el tono encendido al tratarse de una narración de acontecimientos vividos o donde el autor está implicado.
Sin embargo, y a tenor de todo lo dicho anteriormente, para Valera es fundamental la idea de una función moral de la escritura: «la humanidad, en su largo y trabajoso camino, se ha extraviado mucho y ha incurrido en faltas enormes. A pesar del progreso incurre e incurrirá en ellas todavía, pero los escritores deben ilustrarla y guiarla para que no incurra de nuevo».

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