Mundaiz, núm. 72, 2006

Por Carlos Larrinaga.

  Desde hace unos años dentro de un limitado sector del mundo editorial estamos asistiendo a la noble tarea de la reedición de libros hace tiempo descatalogados y de difícil acceso en bibliotecas o simplemente a la publicación de manuscritos inéditos de obras que, sin duda, tienen un enorme valor para el historiador actual. En ocasiones se trata de ediciones más o menos sencillas que vienen a ser meros facsímiles. En otros casos, sin embargo, estas publicaciones vienen acompañadas de un aparato crítico y de interesantes introducciones realizadas por reconocidos especialistas en la materia. Sería en este último apartado donde deberíamos insertar la obra que ahora presentamos. En efecto, si por algo se ha destacado la editorial Urgoiti desde que en 2002 publicó el Discurso preliminar a la Historia General de España de Modesto Lafuente ha sido por la excelente calidad de este tipo de reediciones. En aquella ocasión fue el reconocido historiador Juan Sisinio Pérez Garzón quien se encargó de la edición. Pues bien, transcurridos tres años, y con unos cuantos títulos en su haber, la editorial pamplonesa nos presenta ahora esta Vindicación del general Maroto a cargo del profesor de la Universidad de Zaragoza Pedro Rújula, en una no menos meritoria edición. Algo, por otro lado, que no constituye ninguna sorpresa si tenemos en cuenta que la colección en la que se inserta esta obra está dirigida por el también profesor de la Universidad de Zaragoza Ignacio Peiró, consumado especialista en historiografía. Además, la elección de Pedro Rújula para asumir la edición resulta todo un acierto habida cuenta de que estamos ante uno de los mayores especialistas en carlismo y en contrarrevolución. En efecto, sus investigaciones sobre el carlismo, en especial en Aragón, son de obligada consulta para todas aquellas personas interesadas en este fenómeno.

  Dicho esto, y centrándonos en el libro propiamente dicho, lo primero que hay que decir es que, como cabe suponer, se divide en dos partes claramente diferenciadas. La primera sería la introducción del citado Pedro Rújula y la segunda la obra propiamente dicha de Antonio Pirala. En verdad, el estudio preliminar titulado “Antonio Pirala y la historia contemporánea” podría ser perfectamente otro libro, dado su tamaño, 133 páginas, y la entidad del estudio. Efectivamente, el autor ha llevado a cabo una investigación en profundidad para conocer la vida de Pirala y situarlo perfectamente en su época. De manera que si ya había algún precedente ilustre de acercamiento a esta figura, como la de Julio Aróstegui, por ejemplo, con el estudio de Rújula se ha dado un paso decisivo en este conocimiento, ya que ha sido capaz de reconstruir su trayectoria vital con un gran lujo de detalles insertándola en los decisivos acontecimientos políticos de la época y en el propio mundo historiográfico del momento. En este sentido, esta aproximación a su biografía resulta especialmente interesante para entender mejor esta Vindicación del general Maroto.

   Cuando se publicó la obra, 1846, Pirala (1824-1903) era un joven escritor que participaba ya en algunas revistas culturales de la capital y que había publicado una novela y una obra de teatro. Para nada era un autor consagrado. Más bien, lo contrario. Era un autor que trataba de abrirse paso en las letras españolas. Quizás por ello lo escogiera el propio Maroto, ya que la Vindicación, no lo olvidemos, es una obra de encargo. El general, transcurridos unos años desde el abrazo de Vergara y del final de la Primera Guerra Carlista, quiso hacerse con los servicios de un escritor capaz de reivindicar su papel en el final de la conflagración bélica. Es posible que un autor acreditado no se hubiera ofrecido a semejante tarea, pero Pirala, quien entonces estaba empezando, sí lo hizo y aceptó el encargo. Un encargo que, a la postre, sería decisivo, ya que desde ese momento entró en contacto con muchas personalidades de ambos bandos que habían participado en el conflicto, recogiendo no sólo testimonios directos, sino lo que es más importante, una documentación ingente, la que hoy en día constituye la base del conocido Archivo Pirala, tan decisivo para el estudio de las guerras carlistas en España y a disposición de los investigadores en la Real Academia de la Historia.

  Por tanto, estamos ante una obra de juventud y ante el primer estudio de este autor dedicado a las guerras carlistas en particular y a la historia contemporánea de España en general. Bajo este punto de vista, la Vindicación cobra más fuerza si tenemos en cuenta que fue la semilla de una posterior evolución historiográfica en la que nos encontramos con títulos tan destacados como Historia de la Guerra Civil y de los Partidos Liberal y Carlista (1853-1856),Historia Contemporánea. Anales desde 1843 hasta la conclusión de la actual guerra civil (1875-1879) e Historia Contemporánea. Segunda parte de la guerra civil. Anales desde 1843 hasta el fallecimiento de Don Alfonso XII (1891-1895). Es decir, una obra extraordinaria en la que la documentación de primera mano viene a ser el componente fundamental, con un concepto muy positivista de la historia elaborada con una gran dosis de erudición. De hecho, el prestigio alcanzado en este terreno fue tal que los propios carlistas le llegaron a reconocer como autor cualificado, cuando Pirala se movió toda su vida en las filas del liberalismo. Pero aún hay más, ya que estos trabajos deben ser reconocidos incluso hoy en día como fundamentales para el especialista en la historia política del siglo XIX español. Lo que constituye, a todas luces, una prueba de la relevancia de su obra.

  Por lo demás, la segunda parte del libro que presentamos sería, como ya se ha dicho, la Vindicación de Antonio Pirala, impresa en el Colegio de Sordomudos de Madrid en 1846. Se trata, insistimos, de una obra de encargo, que suponía romper el silencio que Maroto había mantenido durante años, buscando terminar con la polémica suscitada sobre el final de la guerra civil. Aunque el profesor Rújula va más allá y se fija en el clima político derivado de la declaración de la mayoría de edad de Isabel II y de los debates constitucionales que desembocaron en el texto de 1845. En este sentido, no debemos olvidar ese intento político por tratar de agrupar a una gran mayoría que englobase a carlistas y liberales moderados mediante el matrimonio entre el hijo de Don Carlos y la misma Isabel II con el fin de poner coto a los excesos del Partido Progresista. Como se sabe, tal proyecto fracasó, de suerte que el propio editor nos advierte de que, en verdad, estamos ante una obra propia de la publicística política de la época.

  Así bien, para Pedro Rújula, la tesis principal defendida en el libro es que el Convenio de Vergara fue un acontecimiento de especial trascendencia para la nación española ya que se salvó el trono constitucional y permaneció ilesa la dignidad nacional. El hecho de que Maroto hubiese participado en un acontecimiento de semejante envergadura constituía para él motivo de orgullo por haber prestado al país “un servicio tan eminente”. Pero junto a esta tesis capital, es posible distinguir otras cuatro tesis de orden secundario, nos advierte el editor. La primera sería la consideración de la guerra civil como un juego de intereses en una coyuntura crítica, como fue la de 1833, rechazando la política anticarlista del último gobierno de Fernando VII. En otras circunstancias no se hubiera desencadenado una guerra civil. La segunda tesis insiste en la dualidad de los apoyos de Don Carlos, por los moderados (“hombres que defendían la monarquía y puro gobierno absoluto, pero con la ilustración propia de la época”), por un lado, y los apostólicos (facción que “solo contaba con la gente de mitras, hábitos y sotanas”), por otro. La tercera venía a señalar que las ideas de la transacción eran muy tempranas y, por consiguiente, no necesitaron del impulso de Maroto. En concreto, tras el fracaso de la Expedición Real de 1837 ya se empezó a vislumbrar esta posibilidad, aunque tardaría en materializarse prácticamente dos años. Por último, la cuarta tesis hace referencia a la soledad entre dos opciones: o la transacción o la continuación de la guerra. Cuando fracasaron sus intentos de transacción, Maroto se vio obligado a continuar la guerra. Es más, llega incluso a reconocer que las condiciones impuestas por Espartero le repugnaban, siendo los demás jefes carlistas quienes la aceptaron. De esta guisa, el famoso abrazo de Vergara, posterior al pacto, tan sólo hubiese constituido la escenificación de dicho pacto.

  En definitiva, una obra interesante para conocer mejor una de las páginas de la historia de España en general y del País Vasco en particular más sobresalientes del siglo XIX. Con mayor valor añadido, si cabe, por dos elementos fundamentales. El primero por ser, en buena medida, el testimonio de uno de los protagonistas del abrazo y el segundo por ser la primera obra de historia de Antonio Pirala, uno de los contemporaneistas más sobresalientes de aquella época. Ahora bien, sería del todo injusto no volver a resaltar el magnífico trabajo realizado por su editor, el profesor Rújula. El brillante estudio preliminar que acompaña al libro constituye, sin duda, un elemento fundamental de la presente edición. Una edición, por lo demás, muy cuidada, como corresponde a esta colección de la editorial Urgoiti. Vaya, pues, nuestras más sinceras felicitaciones a sus responsables por la calidad de la obra,insistiendo una vez más en la validez de este tipo de trabajos, tanto por las atinadas reflexiones de sus editores, como por las facilidades que proporcionan al estudioso de la historia mediante estas reediciones o publicaciones de obras inéditas.

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