Mot so Razó, núm. 6, 2007

Por Francisco J. Rodríguez Risquete.

   Buenos tiempos para los viejos estudios sobre la historia bajomedieval en la Corona de Aragón. Los últimos años han visto la reaparición, en facsímil o en transcripción de nuevo cuño, de estudios clásicos en este campo: los de Eloy Benito Ruano sobre el Quinientos (Los infantes de Aragón y Gente del siglo XV) y el de Desdevizes du Desert sobre Carlos de Viana (Don Carlos de Aragón), amén del impagable diplomatario de Rubió i Lluch, que tantos medievalistas han leído con provecho y sana envidia (Documents per a la cultura catalana mig-eval). Le ha llegado por fin la hora, con toda justicia, a este libro fundamental, donde Vicens Vives arracimó los frutos dispersos de su visión, apasionada y lúcida, del siglo XV catalán.

   Super adversa augeri. Así rezaba el lema que Vicens enarboló durante los años difíciles del franquismo, cuando trataba de renovar la historiografía catalana, lastrada por el Romanticismo y el idealismo nacionalista. También es el lema con el que arranca el estudio preliminar que firman, juntos pero no revueltos, los profesores Freedman y Muñoz i Lloret. Esta semblanza intelectual, que lleva por título «Un historiador que sabia dónde quería vivir», se demora, a lo largo de setenta páginas, en la trayectoria académica e ideológica del historiador gerundense, que abrazó las doctrinas de los Annales para instaurar, desde su atalaya universitaria, una historiografía que no se limitara al resumen de datos aceptados, sino que atendiera al detalle de archivo para ofrecer nuevas miradas sobre el amplio horizonte del pasado.

   El Vicens que nos presentan Freedman y Muñoz i Lloret es el debelador de bárbaros que, a contracorriente, lucha contra la historiografía ideológica del nacionalismo castellano y del nacionalismo catalán, a los que opone armas viejas y nuevas: el trabajo oscuro de los archivos, el estudio de los hechos concretos, la aritmética de la historia económica, el rumor de fondo de la historia social. La combinación de los distintos métodos, concentrados en el estudio de los siglos XV y XIX, da resultados esperanzadores, y pronto la pluma penetrante de Vicens ofrece una explicación renovada y polémica de los viejos problemas hispánicos. La figura de Juan de Aragón (eterno aspirante al dominio de Castilla, rey de Navarra, lugarteniente de Valencia, Aragón y Cataluña, sucesor del Magnánimo desde 1458) interesa a Vicens porque es el emblema de un siglo de crisis; una época, lejana y próxima, vinculada «a las cuestiones con que nos enfrentamos hoy en un mundo, asimismo, críticamente situado entre un pasado insatisfactorio y un provenir incierto» (p. 3). Juan II, más allá de las simpatías y rechazos que pueda despertar, fue un hombre de «indomable vitalidad», fiel representante de una generación repleta de «singulares personalidades políticas» (p. 4) y capaz de enfrentarse, con acierto o sin él, a todos los obstáculos que se le interpusieron. Estos hechos, por sí solos, lo convierten en una figura apasionante, amén de ser un mirador de primera magnitud que permite observar el panorama completo de los tumultos peninsulares del siglo XV. No extrañará, por ello, que Vicens no se limite a escribir una biografía particular, sino que extienda su mirada sobre todo el mapa político de la península, en busca de explicaciones que remocen los viejos tópicos. Esta vida de Juan II no es sólo la enumeración rutinaria de las piezas que componen una vida efervescente, sino la biografía de unos reinos, unos siglos y toda una generación turbulenta.

   La biografía está dividida en tres partes, pautadas por los distintos momentos que jalonan la trayectoria de Juan de Trastámara: su etapa como segundón en Castilla, su ascenso al trono de Navarra y, en último lugar, su reinado en los dominios de la Corona de Aragón. Aunque pueda resultar paradójico, el Vicens que por aquellos años estaba removiendo las bases de la historiografía catalana, elige en este libro un esquema (y hasta un estilo) anticuado, decimonónico: el de la biografía clásica de un hombre de estado y de todos sus movimientos, decisiones, dudas y dramas interiores, vislumbrados por un narrador cercano a la omnisciencia que se asoma a la intimidad de la alcoba para revelar los meandros psicológicos de su personaje. En su aventura tras las huellas de Juan II, Vicens sigue los pasos seguros de esa novela-río que son los Anales de Zurita, complementados convenientemente con algunos datos de archivo y escuetas referencias bibliográficas. Vicens manejó un considerable tesoro de datos, pero los reduce a la erudición mínima para no ahuyentar al lector no especializado. El resultado es un libro que se deja leer con agrado, sin demoras ni cortes molestos, y que logró imponer una imagen más realista, menos tópica, de un periodo crucial de nuestro siglo XV. Como en la edición original de 1953, esta viene acompañada por un índice onomástico y otro toponímico, imprescindibles y utilísimos en este tipo de monografías.

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