Memoria y Civilización, núm. 14, 2011

Por Jesús María Usunáriz.
   Los estudios sobre los orígenes del hispanismo norteamericano, si bien cuentan con algún precedente de gran interés, como la obra de Miguel Romera Navarro, El hispanismo norteamericano (Madrid, 1917), o el monográfico dedicado por la revista Arbor en 1983, se han revitalizado en los últimos años. Prueba de ello es el libro coordinado por el profesor José Manuel de Bernardo Ares, El hispanismo anglonorteamericano: Aportaciones, problemas y perspectivas sobre Historia, Arte y Literatura españolas (siglos XVI-XVIII), (Córdoba, 2001), resultado de la I Conferencia Internacional «Hacia un Nuevo Humanismo», celebrada en Córdoba en septiembre de 1997, o el volumen editado por Richard L. Kagan, Spain in America. The Origins of Hispanism in the United States (Chicago, 2002), además de diversos artículos publicados por este y otros autores.
   Es en este contexto en el que hay que situar la edición del trabajo de William H. Prescott, Vida de Carlos V tras su abdicación, un trabajo secundario en la producción del autor masachusetano, y el estudio preliminar de Iván Jaksić, uno de los especialistas en los orígenes del hispanismo estadounidense, como autor del libro Ven conmigo a la España lejana: los intelectuales norteamericanos ante el mundo hispano, 1820-1880 (México, 2007), en el que dedica dos capítulos (7 y 8) a la obra de Prescott, y que son la base de este estudio preliminar.
    En efecto, Prescott (1796-1859) perteneció al grupo de los precursores del hispanismo norteamericano, los «caballeros académicos», en expresión de Marshall C. Eakin (1998)[1], los Boston’s Brahmins (Bernat Hernández, 2008)[2]con, según Romera Navarro, Washintong Irving (1783-1859), George Ticknor (1791-1871), Henry W. Longfellow (1807-1882) o James R. Lowell (1819-1891), practicantes de una historia romántica de gran éxito. El estudio de Jaksić contiene, no por conocidas, muy interesantes referencias biográficas de Prescott –su enfermedad ocular, que influyó en su método de trabajo y en la constancia de su carácter– y especialmente el porqué de la elección de los estudios hispánicos, en donde jugó un papel de gran importancia su gran amigo y biógrafo George Ticknor. Describe, además, los estrechos contactos que mantuvo con intelectuales españoles y europeos, que actuaron como corresponsales, especialmente el intelectual Pascual de Gayangos, el diplomático Ángel Calderón de la Barca o Martín Fernández de Navarrete, por entonces director de la Real Academia de la Historia. De hecho, la influencia de Prescott fue relevante en los círculos académicos españoles –él mismo fue nombrado correspondiente de la Academia–, cuyas obras fueron conocidas, citadas –Modesto Lafuente, Cánovas del Castillo– e incluso traducidas, después de diversos avatares. Olvidado durante años, su labor fue reconocida por el impulso de Manuel Ballesteros Gaibrois, que organizó un homenaje en el Seminario de Estudios Americanistas de Madrid, con motivo del centenario de su muerte, que fue publicado en 1960.
    Fue Prescott, con un personal y atractivo estilo literario, uno de los autores más leídos de su época por el público anglosajón y también por el español. Miembro de una escuela romántica y filosófica de historiadores, el autor de laHistoria del reinado de los Reyes Católicos, D. Fernando y Dña. Isabel¸ estableció, en palabras de R. Kagan, el «paradigma de Prescott» (Kagan, 1996, 1998)[3], mediante el cual pretendía entender la evolución de las civilizaciones y, en consecuencia, establecer una comparación entre la decadencia de España y el progreso de los Estados Unidos. Prescott, y sus colegas, quisieron explicar los porqués de la grandeza o decadencia de una sociedad y de un país: «España –resume Kagan– como antítesis de los Estados Unidos», en un momento en el que la República tenía muchos retos que afrontar para su presente y su futuro, en el que España era el ejemplo que no se debía seguir. Un paradigma que permaneció vivo en generaciones posteriores de historiadores americanos.
    Así su obra se carga de estereotipos. El reinado de Fernando e Isabel es descrito como una época de gloria, forjadora, con la Reconquista, del carácter caballeresco y exaltado del español, pero que contenía el germen de la decadencia, especialmente por la acción de la Inquisición; la conquista y los conquistadores Cortés y Pizarro son aventureros, personajes heroicos que alcanzan la gloria, pero que mueren en el desengaño; los reinados de Carlos V y Felipe II están presididos por el oscurantismo. En todos ellos se hace especial mención, desde una óptica protestante –Prescott fue miembro de la iglesia unitaria–, a las causas de la decadencia española: el fanatismo religioso católico, la intolerancia, el absolutismo y el despotismo, que desembocaban como consecuencia necesaria en la forja de una nación primitiva, en donde no faltaba el componente racial árabe, compuesta por un pueblo cruel y perezoso, sin capacidad para el comercio, enemigo del progreso y de la modernidad…; es decir, los elementos de leyenda negra, que aun siendo más moderada y aun reconociendo algunos méritos de los españoles, hunde sus raíces en una tradicional historia británica y holandesa y especialmente en hombres como John Campbell o William Robertson.
    Quizás lo que diferencia a Prescott de generaciones anteriores de historiadores anglosajones, fue, como señala Jaksić, su defensa a ultranza del uso de la documentación original como algo esencial en la elaboración de la obra histórica, para la descripción y fundamentación de los hechos. Así, en el libro que nos ocupa, son particularmente interesantes las peripecias de Prescott, a través de sus corresponsales, especialmente Gayangos, por conseguir una documentación original en los vericuetos casi inexpugnables del castillo de Simancas, con la que quiso alumbrar un episodio concreto de la vida del emperador, en dura pugna con otros investigadores como el francés Mignet, el británico Stirling-Maxwell, u otros.
    A pesar de su casi devoción por el uso de fuentes documentales inéditas, el estilo y los tópicos que aparecen en las grandes obras de Prescott también están presentes en este apéndice a la obra de Robertson y paso previo a la historia de Felipe II del propio Prescott, que es su Vida de Carlos V tras su abdicación; es decir, no es ajeno a los libres dictámenes de una interpretación subjetiva. En ella se utiliza un tono melodramático, más moderado en su visión de la leyenda negra de otros autores precedentes y contemporáneos. Si bien comparte las tesis de Robertson en su visión de la España de Carlos V sometida a la superstición religiosa y fanática, encabezada especialmente por los jesuitas, cambia por completo la imagen que transmitió Robertson de los últimos años de Carlos V: el emperador deja de ser un monje, un personaje trágico retirado de todo lo mundanal y centrado en la mortificación religiosa, para convertirse en un personaje mundano, activo y apegado a los acontecimientos políticos trascendentales que vivió su hijo en los primeros momentos de su reinado.
    El trabajo de Prescott sobre el retiro y muerte del emperador Carlos V en Yuste es de lectura agradable, magnífica en su emocionante y conmovedora –casi sensiblera– descripción de los últimos momentos del monarca, pero no deja de provocar momentos de desazón por la impúdica utilización de adjetivos en el intento de precisar algo tan decimonónico como el «carácter español». Prescott contribuyó a alimentar, durante generaciones, un tópico, aún vigente no solo en el extranjero, sino también entre los propios españoles –gracias al inveterado papanatismo que nos caracteriza–, aderezado de cierta objetividad aportada por el uso de documentación original, pero saturada de juicios apriorísticos que perseguían un fin concreto acorde con las circunstancias históricas en las que vivió.
   Este libro, impecable en su edición y traducción, hubiera necesitado, quizás, de un mayor aparato crítico, para la identificación, por ejemplo, de determinados personajes que aparecen en sus páginas. También hubiera sido necesaria una revisión más exhaustiva, de tal forma que todas las citas y referencias bibliográficas que aparecen a pie de página tuvieran correspondencia con la bibliografía final, pues no siempre es así. Su valor, sin embargo, es destacable pues saca a la luz los orígenes de un hispanismo esencialista que marcó una época en su forma de trabajar y en su manera de interpretar los hechos históricos.


[1]En trabajos como “Latin American History in the United States: From Gentlemen Scholars to Academic Specialists”, The History Teacher, vol. XXXI, núm. 4, 1998, pp. 539-561.
[2]En “Descubriendo una historia propia. La historiografía norteamericana y el hispanismo”, Historia, Antropología y Fuentes Orales, núm. 39, 2008, pp. 45-72.
[3] Richard L. Kagan, “Prescott’s Paradigm: American Historical Scholarship ant the Decline of Spain”, American Historical Review, 101, 1996, pp. 247-276 [Trad. española: “El paradigma de Prescott: la historiografía norteamericana y la decadencia de España”, Manuscrits: Revista d’història moderna, núm. 16, 1998, pp. 229-254].

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