La Aventura de la Historia, núm. 83, 2005

Por José Calvo Poyato.

   La figura y la obra de Juan Valera ha cobrado nuevos vuelos este año de 2005 a propósito del centenario de su muerte. No es que el autor de Pepita Jiménez necesite de la cobertura de una efemérides para proyectarse públicamente, pero no cabe duda de que al hilo de tal circunstancia su obra cobra una actualidad que, desde luego, en ningún momento ha perdido.

    Para muchos Valera es una de las cumbres de nuestra literatura decimonónica y sin duda uno de los tres pilares, junto a Galdós, y a Pereda, de la novela de dicho siglo. También es uno de nuestros grandes epistológrafos, lo que supone no poco mérito en un país donde escribir cartas nunca ha ejercido atractivo. Sin embargo, el Valera historiador es mucho menos conocido, pese a habernos dejado una voluminosa obra histórica de notable interés y que ahora se nos presenta de la mano del profesor Romero Tobar en una cuidada edición de Urgoiti.

   Esta Obra histórica nos ofrece uno de los perfiles menos difundidos de Valera, pero no por ello menos interesante. Es posible que sorprenda a algunos saber que fue Valera el “continuador” de la Historia General de España, de don Modesto Lafuente, uno de los libros más leídos del siglo XIX. La aportación valeriana llegó con la tercera edición, la publicada entre 1877 y 1883. Pero no paró ahí la cosa. Valera abordó en numerosos artículos o en críticas a obras históricas numerosos aspectos de nuestro pasado. Cabe señalar, por ejemplo, sus artículos al hilo de la aparición de los Estudios sobre la Edad Media de Pi y Margall; sus comentadios a la Historia social, política y religiosa de los judíos de España y Portugal, de Amador de los Ríos o a la Historia de los heterodoxos españoles, de Menéndez y Pelayo. Entre sus artículos recordemos los que nos dejó con motivo de la celebración del IV Centenario del descubrimiento de América, asumiendo la defensa de la labor realizada por España al otro lado del Atlántico.

   Valera, hombre de su época, escribió mucho sobre cuestiones candentes en su tiempo, pero en muchas ocasiones surge en sus escritos la mirada retrospectiva del historiador. A través de su voluminosa correspondencia nos han llegado algunas de sus ideas sobre la historia e, incluso, algunos de los proyectos que acarició en este terreno. Se planteó una historia de la Casa de Austria, entre la guerra de Granada y la de Sucesión, o una historia de la dominación española en Nápoles y Sicilia. Nunca se materializaron pero nos hablan del atractivo que Clio ejerció sobre él. También su correspondencia nos permite conocer sus preferencias historiográficas: César y Tácito entre los clásicos, y Savigny, Roberston o Thierry entre los modernos.

   Valera defendió el concepto de que la historia es un conjunto de energías individuales y colectivas de naturaleza diversa que darían lugar a las leyes que explican en acontecer histórico y se mostró, como muchos intelectuales de su época, un decidido defensor del iberismo, como nos dejó consignado en su España y Portugal.

   Esto y mucho más es lo que el lector podrá disfrutar en las páginas de estaObra histórica que nos permitirá conocer no sólo una faceta más de la rica obra de Valera, sino interesantes aportaciones historiográficas. Todo ello gracias a la extraordinaria labor de búsqueda y compilación del profesor Romero Tobar, cuyo estudio introductorio es un mérito más, y de no poco enjundia, de la obra que comentamos.

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