La Aventura de la Historia, núm. 251, 2019

Menéndez Pelayo recupera su contexto

A Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912) le ocurrió algo poco corriente: sus propios defensores intentaron blanquear su vida, borrando sus complejidades. Esta antología de prólogos preparada por Joaquín Álvarez Barrientos no puede ser más oportuna, porque nos permite reconstruir el Menéndez Pelayo real, el que tendía a la depresión y al aislamiento, el que pagó cara su estrategia inicial de dejarse en manos del tradicionalismo español. Los prejuicios políticos lo mantuvieron en la penumbra durante décadas. Ya lo vio Eugenio d’Ors en una glosa del 22 de diciembre de 1910, en la que afirmaba que se había convertido en un escritor “clandestino”.

Menéndez Pelayo no fue el apuntalamiento doctrinal del franquismo, tal y como pensaron Eugenio d’Ors y Pedro Sáinz Rodríguez en 1938. No puede ser reducido a la visión fragmentaria que se lanzó de su obra durante la Guerra Civil. Ya iba siendo hora de que se devolviera al historiador al contexto que le vio nacer y desarrollarse, la España liberal. Haberlo devuelto a la generación europeísta a la que pertenecía es el principal acierto de esta obra. Mientras Clarín comparaba a Menéndez Pelayo con Mommsen o Taine, nosotros lo dejábamos caer en el olvido. Es toda una declaración de intenciones la cita que abre el volumen: “Hay que empezar por convencer a los españoles de la sublime utilidad de la ciencia inútil”. Lo decía Menéndez Pelayo en 1894.

 

por ANDREU NAVARRA

 

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