Isimu. Revista sobre Oriente Próximo y Egipto en la Antigüedad, vol. 22, 2019

por Fernando Escribano Martín (UAM)

 

Libro muy cuidado y de buena factura, a partir de la tesis: Pascual de Gayangos (1809-1897) y el desarrollo de los estudios históricos en la España del siglo XIX, defendida en la Universidad de Navarra por el autor en 2015.

El libro, fiel muestra de la erudición que comenta de su protagonista, Pascual de Gayangos, hace un repaso, a través de documentos, que desentraña y analiza, de la vida del polifacético y a veces controvertido personaje. Normalmente, nuestro protagonista aparece reflejado como un erudito historiador, un arabista y un bibliófilo, y no es mala aproximación. Vivió entre España y Reino Unido, pero quizá lo veamos así desde una óptica española, pues el principio de su fama, y un núcleo muy importante de su obra, está en lengua inglesa. Ya existían con anterioridad a esta obra de Santiño importantes estudios sobre la obra y la vida de Gayangos: más o menos amplios (“Noticia de la vida y obras de Pascual de Gayangos”, de Pedro Roca, publicada en varios números de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, a finales del siglo XIX) o sobre temas más o menos concretos (Mar Vilar García, Docentes, traductores e intérpretes de la lengua inglesa en la España del siglo XIX: Juan Calderón, los hermanos Usoz y Pascual de Gayangos; o Miguel Ángel Álvarez Ramos y Mª Cristina Álvarez Millán, Los viajes literarios de Pascual de Gayangos (1850-1857) y el origen de la archivística española moderna), además de otras obras y reediciones que tratan sobre Gayangos y que Santiño refleja y analiza en su obra. El autor, partiendo de éstas, pero sobre todo de un análisis meticuloso y pormenorizado de cartas y documentación generada e intercambiada por el protagonista, hasta un detalle que no deja de sorprender, traza un recorrido vital y profesional que muestra intereses, protagonismo y relevancia de una de las referencias claves del mundo intelectual español de finales del siglo XIX.

De algún modo, y como reza su último capítulo, podríamos pensar que el libro es una bio-bibliografía sobre Pascual de Gayangos, que en sí justificaría la importancia del personaje, aunque no solo. Ni mucho menos.

Es un trabajo muy apegado a las fuentes, sin bibliografía final (que va señalando y analizando a lo largo del texto), lo cual facilita la consulta y el trabajo a lo largo de la lectura, pero que dificulta el realizable a posteriori, o ulteriores consultas e investigaciones. Hay un índice onomástico, herramienta clave para la búsqueda de personajes de su tiempo, que configuran su biografía y contactos, y también la importancia de su obra.

Pascual de Gayangos alcanzó fama y reconocimiento, aunque también un posterior descrédito que bien analiza el autor al final del libro, que no puede separarse de una filiación política que era consustancial a lo académico a finales del siglo XIX, y que sigue siéndolo a principios del XXI, aunque ahora sin duelos al amanecer, al menos conocidos. Fue director general de Instrucción Pública en 1881, menos de un año (cargo en el cual fue sucedido por su yerno Juan Facundo Riaño y Montero), senador en varios periodos, y miembro numerario de la Real Academia Española.

Uno de los aciertos del libro, pero que quizá también se podía haber desarrollado más, es poner en valor a las personas que le rodearon, y que formaron parte del trabajo que normalmente se le achaca o del que se le tiene como único protagonista, y que posiblemente fue compartido. Aunque aquí Santiño explica bien cómo involucra desde el principio a los suyos en su trabajo y quehacer. Así, la figura de su hija, Emilia Gayangos, como embajadora cultural entre España e Inglaterra, con los Layard de por medio, o sus relaciones con Giner de los Ríos y la Institución Libre de Enseñanza están solo abocetados. Y del mismo modo, la figura de su yerno, como continuador en la Dirección General de Instrucción Pública, su propia faceta académica o de intermediario de la cultura española en Inglaterra quedan solo apuntados. Será el hijo de ambos, el diplomático Juan Riaño y Gayangos, el que donaría a posteriori un importante volumen de la documentación de Gayangos a instituciones norteamericanas.

Gayangos se dedicó sobre todo a investigar y ordenar el pasado (p. 9) y la importancia de las relaciones sociales que trabó forma parte también de ese trabajo. El origen de su reconocimiento historiográfico proviene sobre todo de su origen arabista: formado con Silvestre de Sacy, en 1843 fue nombrado catedrático de árabe en la Universidad Central de Madrid. No solo fue un reputado arabista, sino también un maestro de arabistas y fundador de los estudios orientales modernos en España. La reivindicación de la importancia de Al-Andalus en la historia de España y en la de Europa, en particular en el desarrollo de las humanidades, le deben mucho, y este es un aspecto en el que Santiño incide y desarrolla bien. A través de la documentación que aporta, poniendo en valor el trabajo de sus alumnos, y los libros e investigaciones del propio Gayangos, pone de relieve la importancia de su aportación en este campo. Un ejemplo, pero solo eso, un par de ejemplos, son The History of the Mohammedan Dynasties in Spain… (1840-1843) o el Plans, Elevations, Sections and Details of the Alhambra (1842-1845), ambos publicados en Londres.

La importancia de Gayangos es, como él mismo, polifacética, y así lo refleja el trabajo de Santiño. Desarrolló su labor sobre todo en España e Inglaterra, de donde era su mujer, y donde vivió largas temporadas, donde alcanzó la importancia que después fue reconocida en España, y también estuvo muy vinculado a Francia, donde se formó, y a grandes instituciones de Viena, Bruselas y Lisboa. La labor de mediación, de interconexión, de trabajo a varias bandas y en conjunto que llevó a cabo Gayangos entre estos países e instituciones es intangible, pero claramente visible en sus resultados y conexiones de distinto tipo. Esta impronta europea la desarrolló en España, facilitó la labor de otros colegas que trabajaban en la misma línea (Eduardo Saavedra, por ejemplo) y es quizá uno de los puntos más destacables de su biografía.

Trabajó activamente lo mismo en la modernización de la historiografía española del siglo XIX que en la profesionalización y creación de un cuerpo de archiveros que corren paralelos a la creación y desarrollo de instituciones como el Archivo Histórico Nacional, la Biblioteca Nacional y otros organismos hoy imprescindibles para la investigación[1].

Sirvió de intermediario, documentalista y facilitador a los historiadores William Prescott, George Ticknor o el hispanista Richard Ford. Sus producciones científicas, y por lo tanto la visión de la historia de España de los que les leyeron y continuaron, deben mucho a Gayangos por su trabajo. El Catalogue of the Manuscripts in the Spanish Language in the British Museum y el Calendar of Letters, Despatches and State Papers Relating the Negotiations between England and Spain, son otras de sus obras cumbre, propias, en esta labor de erudición, catalogación, documentación e intermediación que es parte de su trabajo y de su vida.

Para los que trabajamos la historia del Oriente Próximo antiguo y su descubrimiento, a los viajeros, eruditos y diplomáticos españoles (y no) que marcharon a Oriente y narraron sus peripecias, el exlibris de Gayangos en la Biblioteca Nacional y en la Academia de la Historia es habitual, y a él le debemos no solo la conformación de una biblioteca imprescindible que hoy utilizamos, el conseguir salvar del olvido o del destrozo manuscritos que son claves en nuestra Historia y que él recuperó y en muchos casos publicó, tradujo y anotó , además de la labor paralela que como editor o dinamizador de ediciones también realizó.

En la bibliografía de Gayangos, entre 1834 con su Historical dissertation on the Archives of Spain and their antiquity, with rules for reducing them to order de Francisco de Porras, y 1869 con The Iconography of Don Quixote by H.S. Ashbee, vienen señaladas las obras publicadas por Gayangos, en orden cronológico. Pero sería más justo añadir en todas las que participó como editor, intermedió para que se publicasen, o analizó y presentó en cientos si no miles de reseñas al respecto que publicó sobre todo en el Reino Unido. Tres tomos de la Biblioteca de Autores Españoles del editor Manuel Rivadeneyra son suyos (Libros de Caballerías, BAE 40; La Gran Conquista de Ultramar que mandó escribir el rey don Alfonso el Sabio, BAE 44; o Escritores en prosa anteriores al siglo XV, BAE 51), y otros que publicó con la Sociedad de Bibliófilos Españoles, también con Rivadeneyra como editor: como por ejemplo el Viaje de Felipe II a Inglaterra (impreso en Zaragoza en 1554) y Relaciones varias relativas al mismo suceso, SBE 18; o la Historia de Enrrique Fi de Oliva rey de Iherusalem, emperador de Constantinopla (Según el ejemplar único de la Biblioteca Imperial de Viena), SBE 8. Estos y otros libros y artículos son sin duda uno de sus legados más importantes.

Hay un ejemplo en la recuperación de textos que el autor casi ni menciona. En la página 432 aparece la nota que escribió Gayangos explicando la compra del manuscrito que narra el viaje de García de Silva al Shah de Persia a principios del siglo XVII. Si no es porque Gayangos rescata este texto (en realidad de los dos manuscritos, uno de los cuales, el parcial, había sido publicado por Wickfort, en francés, en 1667) se hubiesen perdido, o no sabemos qué hubiese sucedido. El texto, íntegro, fue publicado en 1903 por la Sociedad de Bibliófilos, y por lo tanto recuperado. Gayangos no debió ser ajeno a esta iniciativa. Hoy, en España, habría que volver a hacerlo, recuperar el texto ya casi de nuevo olvidado, como se está haciendo a todo lujo en otros países.

Este es el trabajo de Pascual de Gayangos, modernizar, armar y trabar la historia de España desde distintas instituciones, países y a través de sus contactos. Su archivo y biblioteca, son la base de muchas investigaciones actuales, y la dinamización de oficios y organismos que llevó a cabo apuntó cual era el futuro, aunque hoy aún estemos viendo si lo hacemos. El trabajo de Santiño sitúa la importancia de Gayangos en su justa medida, lo dota de material de archivo como nunca antes se había trabajado, y la misma erudición que achaca al personaje estudiado, es la que él desarrolla para glosarle y valorarle como es justo, como se merece un gran personaje de nuestra historia e historiografía.

[1] Al glosar la labor de estos pioneros y modernizadores de la ciencia española, no puedo evitar preguntarme por qué de nuevo da la impresión de que necesitamos en España un impulso, y que estas instituciones requieren de personal, que ya sí existen y están perfectamente cualificados, pero que están sin trabajo porque las plantillas están al mínimo. Los mismos o similares problemas, el mismo país, siglo y medio después.

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