El Ideal de Granada, 2 de abril 2008

Por Antonio Gallego Morell.

Me siento muy satisfecho de haber encauzado, hace más de treinta y tantos años, a Cristina Viñes, muy buena historiadora, por una línea de investigación que al principio parecía demasiado monótona y estrecha, lo que hoy no puede decirse al conocer el partido que la doctora Viñes le ha sacado a la múltiple faceta como historiadora, crítico literario, literato, creador epistolar y tantas cosas.

   Cristina acaba de sacar a los escaparates de las librerías la tercera edición de laVida y literatura de Valle Inclán, de una serie publicada, con gran acogida, por la Editora Nacional en 1943 y actualizada por el autor poco antes de morir en 1966 y hoy editada por Urgoiti Editores, los mismos editores que, dentro de este mismo año, editaron Dante y el Islam de don Miguel Asín Palacios, páginas fundamentales de su pensamiento casi perdidas entre las inmensas introducciones –largas y enjundiosas– de Cruz y una completísima bibliografía.

   Al igual que el nuevo Asín de Urgoiti, el mismísimo Valle Inclán del Fernández Almagro de Urgoiti, éste lleva una introducción extensa sobre Fernández Almagro y una puesta al día hasta la muerte de mi amigo Carlitos Valle Inclán, entonces ya por voluntad del Rey Juan Carlos de Borbón marqués de Bradomín. Edición también enriquecida por los Urgoiti con las copiosas páginas iniciales de Cristina. Hoy ya las investigaciones, éstas y otras, amplían la bibliografía que quedará para conocer la amplia figura del gran amigo de Gallego Burín, que en virtud a esa amistad, entre otras cosas, ha visto también enriquecida en volumen y en conocimiento su bibliografía en manos de Cristina Viñes.

   Recuerdo cuando por los primeros años de los cuarenta aparecieron los títulos que acompañaron al Valle de Melchor en su salida, don Luis de Requesens, San Juan de la Cruz, Gasparri, Ventura de la Vega, Álvaro de Bazán, biografías para mi generación en años que este género literario imperaba. Yo recuerdo ahora perfectamente los nombres de los que fuimos, que vamos cayendo en un constante goteo como la aceituna en tiempo trastocado de meteorología.

   Junto a estas dos cuidadas, en letra pequeña, introducción y bibliografías, figuran en mi biblioteca los cincuenta y tantos volúmenes de la colección de biografías españolas e hispanoamericanas de Calpe, leídas y releídas por mí e inexplicablemente no reeditadas, pero muchas clásicas de un género que enlaza la Discreta reyerta de Calpe con el Disraelí de la Austral. Joyas de la literatura, de la historia y del buen hacer de la investigación. ¿Cómo los jóvenes de hoy van a poder comparar con estos manuales de trabajo la técnica de los ordenadores y del internet? Y otra cosa es que tampoco, nosotros, los de entonces, podemos ignorarlos.

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