Iberoamericana, núm. 44, 2011

Por José Manuel Rodríguez Martín.

En las relaciones entre los dos grandes Estados peninsulares, España y Portugal, no han sido históricamente infrecuentes la desconfianza o el menosprecio, cuando no una abierta hostilidad, y sin embargo muchos son también los factores que permiten hablar de una civilización común. Esta fue la idea conductora de Joaquim Pedro de Oliveira Martins que, con la original tentativa de desarrollar una historia general integrada de la península como fondo, lo llevó a alumbrar su Historia de la civilización ibérica, obra de notable repercusión en círculos intelectuales portugueses y españoles desde su primera publicación, en portugués, en 1879.

El trabajo formó parte en principio de un ambicioso proyecto personal del autor, una Biblioteca de las Ciencias Sociales en la que tenían también cabida la historia de Portugal y de las colonias y conquistas hispano-portuguesas, y ocupó el primer lugar en el orden de publicación de los volúmenes por considerar el autor que el conocimiento general de la historia común de ambos pueblos era escaso, y que podría así ayudar a comprender la trayectoria histórica de su país desde una perspectiva no solo nacional sino también hispánica y europea. Este sentido integrador que impregna la obra fue suficiente como para que Oliveira Martins fuese considerado mentor de la unión política de todas las nacionalidades ibéricas en un único estado. Su hispanofilia fue saludada con interés desde España, país en el que el historiador portugués contó con el trato directo e incluso la amistad de personalidades como Cánovas del Castillo, Menéndez Pelayo, Pérez Galdós o Juan Valera, y en el que fue invitado a formar parte de instituciones científicas y culturales como la Real Academia de la Historia o el Ateneo de Madrid, mientras que desde Portugal era observada, por el contrario, con indisimulada desconfianza. Con todo, de la perspectiva de una historia de la civilización peninsular integradora de su libro no se sigue necesariamente una defensa del iberismo político, sino más bien, como explícitamente el propio autor señalaría más tarde, una unión de pensamiento y acción con independencia de gobierno.

La obra acomete el estudio del «sistema de instituciones y de ideas de la sociedad peninsular para exponer su vida colectiva, orgánica y moral», y lo hace articulando su recorrido en cinco grandes apartados o libros precedidos de una introducción en la que analiza el medio geográfico para concluir que el solar peninsular, estructurado en grandes cuencas hidrográficas, favoreció la formación de distintas unidades nacionales. Teoriza también en la introducción sobre el origen de sus primeros pobladores, aprovechando además, al hablar del carácter y la historia, para rebatir la hispanofobia latente en las teorías del inglés Buckle. El primero de los grandes capítulos se centra en la constitución de la sociedad, partiendo de las invasiones de cartagineses y romanos, y concluyendo que son estos últimos los que hacen entrar a España en el sistema de las naciones europeas, suprimiendo la tribu y creando el Estado. En el segundo, Oliveira Martins analiza la disolución de la España antigua, con la constitución de la monarquía visigoda y la formación de sus instituciones, y, más adelante, con la ocupación islámica. El tercer libro es, en cierto modo, el núcleo central de la obra al ocuparse de la formación de la nacionalidad y del desarrollo de las naciones peninsulares durante el prolongado período de la reconquista cristiana. En el capitulo dedicado al Imperio de España, Oliveira Martins aborda especialmente, además de la política de Carlos V, el tema del descubrimiento de las Indias, y dedica también un importante espacio a aspectos como el misticismo o a personajes como Ignacio de Loyola o Camões para terminar analizando las causas de la decadencia de los pueblos peninsulares. Enlaza así con el quinto y último capítulo, inicialmente titulado conclusiones pero finalmente encabezado como «las ruinas», que lleva su estudio, en pesimista lamento, desde el siglo XVII hasta la época napoleónica y el segundo cuarto del siglo XIX. No obstante, es también en este último apartado donde, a manera de esperanzador epílogo y con cierta grandilocuencia, ve en el glorioso pasado el germen del progreso futuro: «la independencia de los caracteres individuales, y la nobleza del carácter colectivo, dieron y han de dar a España, cuando vuelvan sus áureos tiempos, ese aspecto monumental y soberano que la distingue en el mundo».

La estructura general del libro, obviamente cronológica, no se vertebra sin embargo en torno a los sucesos políticos ni mucho menos a los sucesivos reinados o dinastías, sino que, siendo un hilo conductor necesario, estos aspectos ceden su importancia a las grandes tendencias y procesos civilizadores. Las instituciones, las clases sociales y las mentalidades colectivas actúan como motor en una visión claramente innovadora para la época.

Considerado por Unamuno un breviario de todo español y de todo portugués culto, no debe sorprendemos que su rigor y la vigencia de su enfoque en un momento en que España y Portugal aparecen asociados por una común problemática económica en el contexto de la moderna Europa conduzcan, una vez más, a su reedición. La que aquí se presenta, precedida ahora de un magnífico estudio preliminar elaborado por el profesor Sérgio Campos Matos, nos devuelve el primer texto castellano, que vio la luz en 1894 de la mano de Luciano de Taxonera, quien tomó como referencia la tercera edición portuguesa, revisada, corregida y ampliada por el propio Oliveira Martins sobre el primer original. El hecho de que el historiador muriese en el mismo año de la primera edición castellana da un especial valor a este texto que, por otra parte, anota sobre la traducción primigenia las innovaciones de otras posteriores, más correctas desde el punto de vista literario, al tiempo que señala algunos errores o imprecisiones no detectados por los sucesivos traductores y que completa las referencias bibliográficas, añadiendo además un índice onomástico.

Aunque algunos planteamientos resulten hoy un tanto obsoletos, la revitalización de un clásico que, como la Historia de la civilización ibérica, conjuga erudición y amenidad, no puede sino ser saludada como una magnífica noticia editorial.

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