Iberoamericana: América latina, España, Portugal, núm. 41, 2011

Por Juan Carlos Sola-Corbacho.

   El libro que presento está dividido en dos secciones. La primera de ellas es un largo estudio introductorio, más de cien páginas, escrito por Florencia Peyrou y Manuel Pérez Ledesma («Fernando Garrido, historiador y testigo de la España isabelina»). La segunda es la obra de Fernando Garrido que da título a esta publicación.

   Peyrou y Pérez Ledesma comienzan su ensayo introduciendo un perfil básico de Garrido: luchador «casi romántico» por la democracia, la república y la reforma social; miembro de organizaciones españolas secretas de carácter izquierdista, colaborador de diferentes publicaciones periódicas, diputado a Cortes y en 1873 intendente en Filipinas. Su estudio continúa con una larga biografía del mencionado Garrido. Ésta se enmarca en lo que a veces parece un excesivamente detallado y prolijo contexto histórico-político, de tal forma que no es raro encontrar fragmentos en los que los autores conceden más relevancia a esto último que al papel desempeñado por el propio Garrido, lo que puede relacionarse con la falta de información sobre algunos momentos de la vida del político que reconocen los propios autores.

   La segunda parte del ensayo firmado por Peyrou y Pérez Ledesma está dedicada al análisis de la ideología de Garrido. Los autores le presentan como un demócrata radical del siglo XIX, republicano, federalista, socialista, e influenciado por las ideas de Mazzini, Rollin, Fourier y Considerant. Y concluyen analizando las ideas que consideran clave en el pensamiento del intelectual decimonónico: democracia, socialismo, republicanismo (o en otras palabras: anti-monarquismo) y anticlericalismo.

    Peyrou y Pérez Ledesma culminan su trabajo con un breve estudio (quince páginas) de la obra literaria de Garrido en general y de la publicada en esta edición en particular (nueve de las quince páginas). Si bien es cierto que a esto hay que añadir que al comienzo de su ensayo los autores explican que utilizaron la primera edición de La España contemporánea en francés (1862) como la base de la presente publicación, y la segunda (la anterior retocada por el autor y publicada tres años más tarde) para aclarar las dudas surgidas de la lectura de la primera, la suma de todo ello no resulta de suficiente ayuda al lector. Sin duda, la brevedad y la falta de profundidad en el análisis realizado por Peyrou y Pérez Ledesma sobre la obra escrita de Garrido y en concreto sobre La España contemporánea es el problema de esta reimpresión. Es por ello que el presente volumen no parece el más adecuado para quienes no tengan un vasto conocimiento de este período histórico o de las corrientes ideológicas dominantes durante la primera mitad del siglo XIX.

   La España contemporánea de Fernando Garrido comienza con una introducción en la que éste define claramente sus objetivos. Así, según asegura Garrido, si en Europa hacia la mitad del siglo XIX se desconocía todo con respecto a España menos sus problemas internos, no era extraño que ni se la temiera ni se esperara nada de ella. En definitiva, lo que el autor pretendía al publicar su ensayo era dar a conocer España, su situación económica, política y social, y los principales factores históricos que, según el político liberal, habían determinado tal situación.

   Esta obra firmada por Fernando Garrido consta de 25 capítulos. La primera parte de la misma, los doce primeros capítulos, los dedica a repasar la evolución política del país fundamentalmente durante la primera mitad del siglo XIX, aunque también incluye un breve comentario sobre la monarquía de los Habsburgo y los primeros Borbones. En este repaso a la historia política española, además de introducir una visión muy personal de los hechos más relevantes del periodo y de sus protagonistas, destaca la furiosa crítica a la monarquía. Evidencia de esto son las numerosas referencias a la incompetencia de los monarcas. Por ejemplo, califica a Carlos IV de idiota y de transmisor de la imbecilidad a sus hijos. A Fernando VII lo describe como cobarde, lujurioso, malo, poco inteligente, de duro corazón, incrédulo, desconfiado, cruel, tacaño y avaro, y sanguinario. No sólo eso, a él señala como «único responsable de los diez años perdidos por España de 1823 a su muerte en 1833» (p. 43). A Cristina, la reina madre, la acusa de no mirar por los intereses del país sino por los suyos propios cuando decidió casarse en secreto con un capitán de su guardia, además de culparla de intentar apropiarse indebidamente de la fortuna de su esposo Fernando. Para Garrido sólo hubo un rey que mereciera tal título: Carlos III, quien, de acuerdo al político liberal, rodeado de gente competente, redujo el poder de la Inquisición, promocionó las artes y letras, pobló, incrementó la marina, fundó el Banco de San Carlos, y mejoró la defensa de las colonias.

   En la segunda parte de la obra, Garrido se concentra en el análisis y cuantificación de las principales variables sociales y económicas del Reino hacia mediados de la centuria. Comienza con un estudio de la evolución demográfica de la península. Hace lo propio con respecto a la economía española del período, incluyendo también amplia información cuantitativa respecto a cada uno de los sectores: manufacturas, agricultura, comercio, comunicaciones, impuestos y presupuestos, y finanzas. Analiza la situación de las fuerzas armadas y la justicia. Y dedica también un pequeño apartado a las colonias y sus vínculos con la metrópoli, y a la relación de España con los estados americanos independientes, así como con Portugal. Hay que insistir, que en esta segunda parte no existe ningún comentario de los editores con respecto a las cifras aportadas por el autor, ya sea sobre sus fuentes o sobre su veracidad comparándolas con otras publicadas durante el mismo periodo.

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