Historiae, vol. 15, 2018

por Jordi Vidal Palomino

El presente volumen inaugura la colección “Monografías” de la editorial Urgoiti. Se trata de la primera de sus colecciones que no se basa en la reedición (con valioso estudio preliminar) de trabajos historiográficos de referencia, sino que ofrece textos originales centrados en el análisis de figuras relevantes de la historiografía española. Desde luego, la puesta en marcha de dicha colección es una muy buena noticia.

Tras la publicación de Pere Bosch Gimpera. Universidad, política, exilio (2011), Francisco Gracia Alonso aborda aquí la biografía del primer discípulo de Bosch, y uno de los máximos representantes de la denominada Escola Catalana d’Arqueologia: Lluís Pericot. Gracia es, sin lugar a dudas, la voz más autorizada para acometer semejante tarea. Su impresionante dominio de la documentación de archivo y su dilatada trayectoria en el estudio de la historia de la arqueología catalana y española durante el siglo XX son una garantía de calidad suficiente.

La estructura del trabajo es sencilla y clara, sin alardes que dificulten la comprensión de la trayectoria vital del personaje analizado. El libro consta de diecisiete capítulos a lo largo de los cuales se reconstruye de forma cronológica la biografía, vital e intelectual, de Pericot.

Más allá de la gran cantidad de datos inéditos que proporciona Gracia, el aspecto más destacable del libro es el balance equilibrado que ofrece en su retrato del personaje. Así, el autor se refiere extensamente a los méritos científicos, académicos y personales de Pericot, destacando especialmente el impacto que supusieron sus trabajos en la cova del Parpalló. Asimismo, también valora muy positivamente la especialización investigadora de Pericot como paleolitista, huyendo de la dispersión que caracterizó la obra de otros arqueólogos de la época, como Martín Almagro Basch o el propio Bosch Gimpera (p. 140).

Sin embargo, lejos de construir una especie de hagiografía de más de 600 páginas, Gracia también se refiere con detalle a otros aspectos menos amables de la biografía de Pericot. En este sentido se abordan sin tapujos episodios como el de su proceso de depuración tras la guerra civil, durante el cual renegó de su participación en actos de apoyo a la causa republicana en los que constaba su nombre, al tiempo que explicitaba su compromiso ideológico con el régimen franquista (pp. 201ss.); su aceptación de los postulados panceltistas tan queridos por otros arqueólogos adictos al régimen de Franco (p. 303) o su rechazo de la existencia de una colonización fenicio-púnica en la Península Ibérica, que Gracia interpreta como muestra del antisemitismo del personaje (p. 311). Dicho antisemitismo queda patente, por otra parte, en una carta a su esposa donde describía la ciudad de Nueva York en los términos siguientes: “es monstruosa, no me acostumbraría a vivir aquí, incluso Londres me parece mucho más agradable; además la población está muy mezclada con tantos negros, tantos judíos y tantas caras de gángster. No es nada agradable” (p. 479). Asimismo, Gracia también cuestiona abiertamente su labor como director del Servicio de Investigaciones Arqueológicas de la Diputación Provincial de Barcelona (p. 468). Por último, el estudio de la documentación más personal permite contraponer a la tradicional imagen de bonhomía tan difundida en las aproximaciones al personaje, episodios de una evidente incorrección política, como los tintes islamofóbicos que se aprecian en su descripción de Argel, “callejones estrechos y gente sucia propio de las ciudades musulmanas” (p. 367), una descripción que viene acompañada de un alegato en favor del colonialismo francés: “para quitarse el sombrero delante de la obra de los franceses aquí. Si marchasen esto volvería a la barbarie o al comunismo” (p. 367).

Esta aproximación ecuánime al biografiado confiere a la obra de Gracia una autoridad intelectual incuestionable. No parece exagerado, por tanto, concluir afirmando que el libro puede ser considerado como una obra definitiva en el estudio de la figura de Pericot.

Me gustaría aprovechar estas líneas finales para expresar el deseo de que Gracia continué por la senda trazada y complete esta historia biográfica de la Escola Catalana d’Arqueologia con nuevos trabajos sobre otros miembros de la misma, como Alberto del Castillo, Josep de Calassanç Serra Ràfols o Joan Maluquer de Motes, por citar algunos nombres.

 

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