Historiae, vol 12, 2015

Por Jordi Vidal.

   Tras la Etnologia de la Península Ibèrica de Pere Bosch Gimpera (publicada en 2003, con un estudio preliminar de Jordi Cortadella), Urgoiti Editores acomete con el presente volumen la reedición y estudio de otra obra clásica de la arqueología prehistórica española (en este caso, mejor hispano-germana). Publicado originalmente en 1932, El hombre prehistórico es el trabajo que mejor sintetiza la producción historiográfica de Hugo Obermaier. En el presente comentario, sin embargo, nos centraremos únicamente en el análisis del extenso y complejo estudio preliminar llevado a cabo por Carlos Cañete y Francisco Pelayo, y titulado “Entre culturas y guerras: Hugo Obermaier y la consolidación de la Prehistoria en España”, pues ya son muchos los trabajos que glosan El hombre prehistórico.

   Con un total de 172 páginas, Cañete y Pelayo estudian con detalle tanto la figura de Obermaier como su obra. El planteamiento de los autores, lejos de ser una síntesis de compromiso, constituye una propuesta verdaderamente original y digna de gran reconocimiento por la profundidad conceptual con la que aborda el tema en cuestión. Lo cierto es que la etiqueta “estudio preliminar” no hace auténtica justicia al magnífico estudio de Cañete y Pelayo. En realidad se trata de un trabajo de investigación historiográfica, de referencia para todos aquellos interesados en la figura de Obermaier.

   Estructurado a partir de seis capítulos, el ensayo se inicia con una breve introducción, donde se presenta de forma sumaria el contenido del estudio. El capítulo segundo, titulado de forma genérica “Biografía”, es en realidad una aproximación a la biografía intelectual de Obermaier, por cuanto Cañete y Pelayo se centran, más que en cuestiones estrictamente biográficas (limitadas a las pp. XV-XVI y XIX-XXVI), en apartados específicos como la situación de la prehistoria en España durante el primer tercio del siglo XX o la recepción de El hombre prehistórico. Los autores justifican esta opción aludiendo a la existencia de otros trabajos específicamente biográficos (p. X). Con todo, la biografía de Obermaier tal vez merecía una mayor atención dentro del capítulo. Por otra parte, en el apartado titulado “El contexto institucional y disciplinar de la Prehistoria en España durante el primer tercio del siglo XX” (pp. XVI-XIX), cuando se aborda la cuestión de los precedentes se encuentra a faltar alguna referencia a la labor arqueológica desarrollada desde la Escuela Superior de Diplomática de Madrid, por profesores como Antonio Delgado Hernández, Juan de Dios de la Rada y Delgado, Manuel de Assas y Ereño, Juan Facundo Riaño y Juan Catalina García López.

   El tercer capítulo (“Hugo Obermaier y la evolución humana: eolitos, ‘hombre terciario’ y paleoantropología”), es el más extenso del libro (pp. XXXIX-CI) y, por la densidad y el detalle en el análisis, uno de los más relevantes. De contenido impecable, únicamente cabe lamentar algunas repeticiones excesivas de determinadas informaciones, cuya reiteración no aporta nada al relato global. Sirva como ejemplo de dichas repeticiones la polémica entre Hauser y los arqueólogos franceses a propósito de los hallazgos en Le Moustier, un tema tratado en términos parecidos en pp. LXV y LXXXI.

   En el breve capítulo cuarto (“La polémica evolucionista y la reacción del cristianismo”) Cañete y Pelayo abordan una cuestión que, a pesar de los años transcurridos, todavía conserva plena vigencia en algunos de sus planteamientos. En este sentido cabe destacar, sin embargo, el estudio del archivo de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que demuestra que, en contra de lo que podríamos imaginar, el Vaticano actuó con razonable prudencia en la cuestión del evolucionismo humano a finales del s. XIX y principios del XX. La sombra del caso Galileo llevó a las autoridades pontificias a evitar una condena pública de los fieles que en aquellos momentos defendían la compatibilidad entre evolucionismo y doctrina católica (pp. CVI-CVII).

   El capítulo quinto (“Las Áfricas de Obermaier”), contextualiza a la perfección las bases intelectuales que explican la apuesta de Obermaier por un modelo decididamente africanista del Paleolítico Superior y que, más adelante, extendió a la prehistoria de la Península Ibérica (Obermaier definía a los íberos como un pueblo emparentado con tribus camíticas del norte de África).

   El último capítulo (“Obermaier y los círculos culturales”), de nuevo acomete una completa contextualización intelectual del concepto de ‘círculos culturales’ (kulturkreise), habitualmente asociado a la denominada Escuela de Viena y aplicado a la prehistoria de la Península Ibérica por el propio Obermaier. Tanto en este último capítulo como en el anterior, las referencias a Leo V. Frobenius son frecuentes. Ciertamente, la bibliografía relacionada con el eminente arqueólogo y etnógrafo alemán es abundantísima y crece cada año de forma exponencial. Con todo, en este punto puede ser útil recordar dos trabajos recientes sobre Frobenius publicados por dos profesores de la Universitat de Barcelona y no recogidos por Cañete y Pelayo: F. Gracia Alonso, “Las investigaciones de Leo Frobenius y el Forschunginstitut für Kulturmorphologie sobre el arte rupestre en España (1934-1936)”, Pyrenae 40/1 (2009): 175-221; R. Da Riva: “Lawrence of Arabia’s forerunner. The bizarre enterprise of Leo Frobenius, aka Abdul Kerim Pasha, in Arabia and Eritrea (1914-1915)”, Wiener Zeitschrift für die Kunde des Morgenlandes 99 (2009): 29-111.

   En definitiva, tan solo podemos concluir el presente comentario celebrando de nuevo la calidad de la aportación realizada por Cañete y Pelayo al estudio de la figura de Hugo Obermaier, y felicitando a Urgoiti Editores por la iniciativa de publicar trabajos de este tipo.

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