Habis, 48, 2017 (Gómez-Moreno)

Un nuevo título de la serie “Historiadores” se une a esa escogida nómina de libros reeditados de la historia de España que lleva a cabo desde hace ya bastantes años la Editorial Urgoiti (cfr., por mi parte, otra reseña incluida en este volumen y las tres recogidas en el volumen 37, de 2006, de esta revista Habis). En este caso incorpora a una figura trascendental en la historia de la arqueología española, Manuel Gómez-Moreno Martínez (1870-1970), cuya biografía de 100 años cubre desde fines del siglo XIX y durante los tres primeros cuartos del siglo XX. En este caso se reedita su libro Adam y la prehistoria, que fue publicado en Madrid en el año 1958, y que se acompaña con un extenso estudio de Juan Pedro Bellón, de cerca de 250 páginas, sobre el personaje, la obra y, como referente, el desarrollo de la prehistoria española durante la segunda mitad del siglo XIX y primera mitad del siglo XX. Supera, pues, lo que habitualmente se puede considerar un prólogo o estudio introductorio, para convertirse realmente en una monografía de contenido historiográfico sobre el tema del desarrollo de la prehistoria en España siguiendo el hilo conductor de la trayectoria vital de Gómez-Moreno.

Según indica de manera justa J. P. Bellón, el libro en sí es un producto que podríamos considerar “anacrónico” para la época en que fue escrito por su planteamiento, más propio de los prehistoriadores españoles pioneros de la segunda mitad del siglo XIX, al querer conciliar en 1958 razón y fe (católica), con el objetivo “de fabricar todo un programa cosmogónico que articulaba el creacionismo con la universalidad” (p. VIII), y donde destacaría el protagonismo peninsular hispano, en la línea del tradicional esencialismo de la historiografía española anterior. En un adecuado análisis historiográfico, J. P. Bellón justifica ese hecho —en primer lugar— por la propia trayectoria personal e intelectual de Gómez-Moreno, “cuando ya jubilado y al margen de la universidad cumplía 88 años de edad y estaba inmerso en el proceso de mitificación de su persona y su obra, el cual ha continuado vigente hasta finales del siglo XX” (p. VII), y —en segundo lugar— por el contexto político y social de aquellos años en España, cuando el régimen franquista se decantaba por la apertura al bloque occidental encabezado por EE.UU. en el marco de la guerra fría (frente al comunismo soviético) y la “recuperación” por parte del régimen de personajes destacados en la trayectoria cultural y científica española previa a la guerra civil de 1936-1939 y que habían quedado en cierto modo olvidados en la primera etapa autárquica y más fuertemente ideologizada del franquismo.

El extenso y bien elaborado análisis historiográfico de Bellón se interesa, en primer lugar, por el autor, el “sabio” Gómez-Moreno, siguiendo las fases que estableciera ya en su análisis sobre su maestro el profesor Juan de Mata Carriazo (1899-1989), formado en el Centro de Estudios Históricos (CEH) y catedrático de la Universidad de Sevilla desde 1927, en su discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia: El maestro Gómez-Moreno contado por él mismo (Madrid, 1977). Aquellos períodos establecidos por Carriazo Arroquia fueron: 1) formación (1870-1899); 2) exploraciones (1900-1909); acción colectiva (1910-1939) y retracción individual (1940-1970). En efecto, fue el tercer período el de más “éxito” académico, desde su posición de director de la sección de arqueología del CEH, creado en 1910 en el marco de la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. Suponía la transformación de un anticuario formado en la disciplina decimonónica a la modernidad positivista del nuevo siglo XX en el marco de la institución con la que se pretendía actualizar la ciencia española (o al menos una elite científica) a los parámetros europeos de vanguardia. Según ha defendido Margarita Díaz-Andreu, se constituyó un segundo núcleo de “poder académico” en la arqueología española, con sus discípulos (“acción colectiva”), enfrentado a la escuela de José Ramón Mélida formada en torno a su cátedra de Arqueología en la Universidad Central, hasta 1931 en que fue sustituido por Antonio García y Bellido (M. Díaz-Andreu, estudio preliminar en la reedición del libro de J. R. Mélida, Arqueología Española, Pamplona, Urgoiti, 2004). Por el contrario, el período de “retracción individual”, la “torre de marfil”, sobreviene tras su jubilación en 1934 y la guerra civil de 1936-1939: “Guerra civil, jubilación, cese de actividades de la Junta y del CEH, así como su avanzada edad —setenta años al acabar la guerra—, son los elementos que reconducen su labor profesional y su actividad investigadora hacia otra etapa de retraimiento personal, lejos de la acción colectiva” (p. CXII). Será nueve años después de la finalización de la guerra en 1939 cuando dará a la luz el libro que nos ocupa, caracterizado por Bellón, junto a otras dos obras escritas previamente por Gómez-Moreno, La novela de España (Madrid, 1928) y Guía de la Humanidad (Madrid, 1953, aunque escrita ya en 1931), como “su triada de publicaciones más personales e insólitas” (p. CXI).

En Adam y la prehistoria, que pudo ser publicada gracias al Premio de la Fundación Juan March concedido en 1956, “defendía, como base histórica común a toda la humanidad, la validez del Génesis, como marco de referencia para su edificio narrativo con una intención también divulgativa, al igual que lo fuera su Novela de España” (p. CXL). La segunda parte del estudio de J. P. Bellón se centra en el análisis del libro, cuyo argumento básico es la idea de evolución progresiva no unidireccional, que afecta tanto a la perspectiva universal (origen del hombre fruto de la creación divina, según resultado de “una fe razonada”) como a la nacional-regional (prehistoria peninsular), destacando la existencia de “la Cultura Hispánica o Arte Hispánico, como última manifestación implícita de independencia de nuestro genio nacional” (p. CLXXV).

El último gran apartado del estudio preliminar de J. P. Bellón hace referencia a “los iberos y los nacionalismos en España” (pp. CLXXIX y ss.) entre el siglo XIX y el XX, en el marco del ascenso de los nacionalismos periféricos en los primeros decenios del siglo XX y del enfrentamiento entre los planteamientos ideológicos del “iberismo” y del “celtismo”, que se impondrá finalmente con el triunfo del franquismo, en los planteamientos —por ejemplo— de las teorías panceltistas de Julio Martínez Santa-Olalla. Asimismo apunta J. P. Bellón el uso de la imagen de Tartessos en los primeros decenios del siglo XX para la conformación de la teoría política de Blas Infante en su Ideal Andaluz, (Sevilla, 1915) (p. CCXI), aunque ésta aparece más claramente definida y con un empleo más activo de la arqueología tartésica, como clave de desciframiento de lo andaluz, en sus Fundamentos de Andalucía, que quedaron inéditos a su muerte en 1936 (cfr., J. Beltrán, “Nacionalismo andaluz y arqueología. La figura de Blas Infante, padre de la patria andaluza”, Revista de Historiografía, 17, 2013, pp. 47-64).

El concienzudo estudio preliminar de J. P. Bellón se ha hecho dentro de la línea de trabajo en historiografía arqueológica que se desarrolla en el instituto universitario de investigación en arqueología ibérica de la Universidad de Jaén, y se ha consultado (aparte de la bibliografía recogida en las pp. CCXLI-CCLXIV) los fondos documentales del Instituto Gómez-Moreno de la Fundación Rodríguez Acosta de Granada, así como del archivo de la Fundación Menéndez Pidal. Se cierra el volumen con el habitual índice onomástico.

 

JOSÉ BELTRÁN FORTÉS

 

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