El Diario Vasco, 10 de junio de 2017

Los años tristes de Baroja, por Santiago Aizarna.

Luis S. Granjel ahonda en la imagen más deteriorada del escritor donostiarra en tiempos de la guerra y la posguerra.

 

De la instalación y permanencia de la obra literaria y personal de don Pío Baroja por estos lares sobra decir nada. Aunque no otra cosa acaso, si bien se mira, que una y otra y en ambas situaciones, las encontramos en la esquina más próxima a nuestra casa y nunca las hemos perdido. Y, al escribir esto, no sé, en verdad, de qué y de quién estoy hablando. Quizá de Zalacaín, el aventurero, o de Lecochandegui el jovial, o de Elizabide el vagabundo, o de Paradox, Mari Belcha, Anchocael afilador, Jaun de Alzate, etc, parte de la gran fila de personajes que guardan turno en la memoria literaria barojiana.

Para bien tenerlos a mano, aunque siempre con deficiencias y ausencias notables, vale el consultar, de vez en cuando, aquellos dos tomos que sacó a los escaparates bajo el título de Baroja en el banquillo, (Tribunal español) y (Tribunal Extranjero) la Librería General de Zaragoza, en edición sin fecha y con el Copyrigth de J. García Mercadal, donde puede encontrarse un gozosísimo y especialísimo y diría que hasta ‘esencialísimo’ artículo de Don Pedro Mourlane (que donde esté Mourlane nunca falte el Don) publicado primeramente en las páginas de El Sol, y donde almibara a algunos personajes barojianos como si fueran dioses del Olimpo (que lo son, sin duda, del costumbrismo vivencial vasco.

Dicho lo cual, sigamos diciendo que uno de los grandes letraheridos barojianos lo es Luis S. Granjel, de quien se dice en la solapa de éste su libro, El último Baroja, que «nació el 26 de agosto de 1920 en la localidad de Segura. Cursó la carrera de Medicina en la Universidad de Salamanca e hizo el doctorado en la Universidad Central de Madrid, donde se doctoró en 1948. Ya durante su periodo como doctorando inició una carrera docente en la Universidad de Salamanca que se prolongaría durante más de cuatro décadas, hasta su jubilación en 1986, cuando fue nombrado profesor emérito.

En 1955 obtuvo la cátedra de Historia de la Medicina y puso en marcha el Seminario de Estudios sobre Historia de Medicina, luego convertido en Instituto. En paralelo, desarrolló una larga carrera investigadora que tuvo su punto culminante en la publicación de su monumental Historia general de la medicina española (1978-1986) en cinco tomos. También desarrolló una importante faceta como historiador de la literatura española, centrada en el período cronológico de la Edad de Plata y, dentro de ella, en la generación del 98. Recibió multitud de títulos y distinciones, entre los que destaca el haber sido miembro de la Real Academia Nacional de Medicina desde el año 2003. Falleció el 29 de noviembre de 2014 a los 94 años de edad en Salamanca».

Siguiendo en la estela de los merecidamente mencionables está, asimismo, el currículum del autor del opúsculo aquí incluido «Literatura, historia y medicina: Una aproximación a la obra de Luis S. Granjel (1920-2014)», Francisco Fuster que «es doctor en Historia Contemporánea y profesor ayudante doctor en la Universidad de Valencia. Miembro del ‘Grupo de Investigación sobre Cultura, Edición y Literatura en el Ámbito Hispánico (siglos XIX-XXI)’ (ILLA-CSIC) y del Instituto de Historiografía Julio Caro Baroja (UC3M). Su principal línea de investigación se centra en la cultura española de Edad de Plata (1900- 1936), con especial interés en las obras de Azorín, Baroja y Julio Camba, a quienes ha dedicado varios trabajos».

Ha de citarse, igualmente, al prologuista, José María Urkia Etxabe, quien redondea, aún más, esa imagen de un Baroja , ya en la vejez y acometido por ramalazos de malas situaciones vivenciales que, si, en el brillante estudio literario de Fuster se nos dice que el «tema fundamental en torno al cual gira El último Baroja es la Guerra Civil española no -obviamente- en su aspecto político o militar, sino como hecho que condiciona inevitablemente la vida de Baroja» así como «su comportamiento como escritor en el transcurso de la contienda, con adopción de una postura que aparentemente resulta contradictoria con su radicalismo y sus convicciones digamos creenciales», en lo que al prologuista Urkía Etxabe se le puede leer es que «aparte de sus valores literarios, indudables y que le mantendrán alto en su escala, como persona y más desde 1936 Baroja es digno de lástima. Y su conducta casi diría deplorable».

Un libro este, en definitiva, que si es verdad que, en ocasiones habla de hechos bien conocidos, se advierte que se habla desde un al parecer profundo análisis de la actuación del personaje, y completando los hechos como muy pocas veces se ha hecho; un libro, en todo caso, que, en vez de una sola semblanza, la del ‘último Baroja’, como su título reza, se nos acercan otros varios, entre ellos, el del autor de este libro, Luis S. Granjel, y sus dificultades escriturales y editoriales, así como su necesidad de consulta epistolar con «el Dr. Ignacio María Barriola (1906-1998), figura médica humanista destacada en el País Vasco, que abarca casi todo el siglo XX y campos de la cultura, la medicina y la política social, además de ser una de las amistades de referencia de Granjel en el mundo vasco», quien le habla de cuestiones como la aristocracia de la cultura, la falta de principios religiosos y también del «efecto que podría causar este libro entre los barojianos a outrence», etc.

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