Diario de Navarra, 29 de junio 2005

Por J. L. Martín Nogales.

  Este año se cumple el centenario de la muerte de Juan Valera, que fue una de las personalidades más interesantes del siglo XIX. Se le reconoce, sobre todo, por su faceta de escritor; su novela Pepita Jiménez fue una de las obras más populares en su tiempo. Pero Valera tuvo también otros perfiles.

   Se dedicó a la carrera diplomática. Estuvo destinado en Nápoles, en Río de Janeiro, en Viena, en Rusia, en Bruselas, en Washington. Al parecer despertaba no pocas pasiones en las mujeres que conoció, según cuenta Manuel Lombardero en el libro titulado Otro Don Juan (Planeta). Se casó tarde, cuando había cumplido ya los 43 años, con una joven a la que doblaba en edad. Tuvo éxito en la literatura, pero no alcanzó la fortuna. Su vida arrastró algunas estrecheces económicas y su matrimonio no fue feliz. Fue un hombre moderado en casi todo: de ideas liberales, de inteligencia irónica, inclinado a los placeres de la lectura, los viajes y la conversación. Pero como escritor fue realmente prolijo.

   Su correspondencia es uno de los documentos más interesantes de la época, en la que se recogen aspectos de la vida privada, datos históricos, opiniones políticas y reflexiones sobre un tiempo lleno de convulsiones. Seis volúmenes abarcan todas las cartas que escribió, en la edición de Castalia que coordina actualmente el catedrático Leonardo Romero. Valera hizo de su vida la fuente de inspiración de su literatura. Y ésa es la característica que destaca de él Andrés Amorós en el libro titulado La obra literaria de don Juan Valera, que presenta la imagen de un escritor más clasicista que decimonónico. Su tendencia al autobiografismo pone de manifiesto la vigencia en todas las épocas de la relación entre vida y literatura.

  Pero ese perfil de novelista no eclipsa otros aspectos de su biografía. Valera fue diputado desde 1858 en varias legislaturas, ocupó cargos políticos y administrativos y en 1881 se le nombró senador vitalicio. Desde el periodismo mantuvo polémicas con Castelar, con Campoamor, con la Pardo Bazán. Publicó numerosos ensayos y escribió centenares de páginas de carácter histórico.

   Esta parte de su obra, que ha pasado más desapercibida, es la que ofrece la editorial navarra Urgoiti en una publicación cuidada y rigurosa, con estudio introductorio de Leonardo Romero. Se recopilan en el libro más de veinte artículos de tema histórico que publicó Valera y se edita su contribución más importante a la historiografía: la continuación de la Historia General de España de Modesto Lafuente, que Valera escribió a partir del reinado de Isabel II.

   En 1905 la Academia le encargó el discurso para conmemorar el tercer centenario de la edición del Quijote. Casi ciego, le dictaba a su secretario Pedro de la Gala, pero el discurso quedó inacabado. Valera murió el 16 de abril, a media noche, de una «congestión cerebral». Tenía 81 años.

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