Desperta Ferro (Arqueología & Historia, núm. 14, 2017)

Autor: Tomás Aguilera Durán

Los intentos de descifrar el enigma de Tarteso constituyen uno de los temas más controvertidos y apasionantes de la historia de la Arqueología, por eso es interesante revisar los grandes hitos de la investigación. Es el caso de Tartessos de Joan Maluquer (1915-1988), publicado originalmente en 1970. Como procede cuando se reedita una obra antigua, incluye un estudio preliminar, muy útil aunque escueto, a cargo de Mª Eugenia Aubet (Universidad Pompeu Fabra) y Francisco Gracia (Universitat de Barcelona). Ofrecen una biografía académica del autor en la que se subraya el papel renovador, como docente y arqueólogo, en una carrera intensa desarrollada entre las universidades de Salamanca y Barcelona. Valoran además el lugar que ocupa este libro en la historia de la investigación sobre Tarteso: aun siendo una obra divulgativa, simboliza un momento clave de transición, pues sintetiza los avances propiciados por los numerosos hallazgos arqueológicos de la década anterior, desde el descubrimiento del tesoro de El Carambolo en 1958, hasta la celebración del emblemático V Symposium Internacional de Prehistoria Peninsular de Jerez en 1968.

Así lo plantea Maluquer: los textos, fundamentalmente mitológicos, y la obsesión por encontrar una gran capital monumental (como la de Adolf Schulten) eran un callejón sin salida; solo la arqueología rigurosa y sistemática de la región brindaba posibilidades razonables, ya no para rastrear un mito, sino para definir una cultura. Con esa motivación de actualización, su libro resume con estilo ligero todos los grandes temas sobre Tarteso. Empieza por los orígenes, que remonta al horizonte prehistórico de Los Millares y El Argar; sobre aquel sustrato indígena habrían incidido distintas influencias orientales e indoeuropeas. De ese caldo de cultivo surgiría su institución más característica: la monarquía, urbana y centralizada, que podía intuirse en los mitos de Gerión, Habis, Gárgoris y Argantonio. Analiza su relación con fenicios y griegos y concluye que su influencia, en especial la fenicia, fue fundamental como estímulo cultural, económico y político, aunque no de manera pasiva, sino como una relación de intereses y beneficios mutuos.

La manifestación de esa eclosión cultural de intercambio estaría en el desarrollo de la escritura tartésica y en la rica cultura material orientalizante (bien ilustrada con fotografías). No obstante, la armonía entre tartesios, fenicios y griegos colapsaría: el choque entre las políticas más agresivas de focenses y cartagineses habría conducido a la implantación de un monopolio púnico en el sur de Iberia y al desmembramiento de Tarteso como potencia centralizada. Comenzaría así la transición hacia la cultura turdetana, fragmentada políticamente, pero heredera del carácter urbano, jerarquizado y sofisticado del mundo tartésico.

Mucho se ha descubierto, reflexionado y publicado desde el libro de Maluquer. Parte de sus planteamientos han quedado obsoletos, aunque la problemática sigue sin resolverse decisivamente. Su insistencia en el origen prehistórico se ha cuestionado mucho, aunque acierta al considerar la influencia fenicia; en todo caso, las pruebas recientes sobre la intensa presencia colonial, entonces inimaginable, han desbordado el debate por completo. Asimismo, es insostenible su idea de un reino centralizado y unificado, aunque todavía está por definir cómo se organizaba aquella realidad y su periferia. En general, se acepta su visión de lo turdetano como transición , pero la idea del final conflictivo de Tarteso sigue replanteándose, tanto para negar confrontación alguna como para rescatar las teorías más catastrofistas. En definitiva, buena parte de lo que Maluquer planteó sigue preocupando y dividiendo a los investigadores desde nuevas perspectivas. Nada está resuelto, por suerte para quienes siguen cautivados por el enigma.

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