Crónica global, 19 de mayo de 2017

Ramos Oliveira y el desmán separatista, por Manuel Peña Díaz.

 

«El mejor pensador que ha tenido el socialismo español», así ha calificado recientemente el historiador Gabriel Tortella a Antonio Ramos Oliveira (1907-1973). Seguramente el mejor, pero también el más ignorado por sus correligionarios actuales, sean dirigentes, militantes o simpatizantes. Prestigioso periodista e historiador y, sobre todo, un extraordinario ejemplo de self-made man hispano, el onubense Ramos Oliveira fue un exiliado republicano, autor de una obra extensa, atrevida y polémica.

Urgoiti Editores acaba de publicar una magnífica edición del tercer volumen de su Historia de España (México, 1952). Con el título Un drama histórico incomparable. España 1808-1939, esta edición se inicia con un excelente estudio preliminar del hispanista alemán Walther L. Bernecker. Ramos Oliveira intentó responder con esta obra a preguntas clave de todo historiador contemporaneísta: ¿Cuáles fueron las causas profundas que llevaron a España a la tragedia de la Guerra Civil? O ¿por qué el siglo XIX no finalizó en 1900 sino cuatro o cinco décadas más tarde?

Sin duda una de las tesis más controvertidas de este libro es su interpretación sobre la responsabilidad catalana en el fracaso de la «revolución burguesa» española, tanto en el siglo XIX como en la Segunda República. Consideró que fue la falta de apoyo de la burguesía catalana al proyecto de Estado-nación del liberalismo español para transformar la «vieja España» lo que motivó el inicio de un proceso de desintegración nacional y el fracaso del total desmantelamiento del Antiguo Régimen. Y no al revés.

Para Ramos Oliveira, el hundimiento de la Segunda República se produjo porque pesaron más esos intereses políticos y económicos que tendían a desintegrar España, que las iniciativas culturales que intentaban unirla. Su crítica fue especialmente dura con el egoísmo irresponsable de los nacionalismos periféricos​: «A extramuros de la realidad histórica española, la clase media de Cataluña y un importante sector de la clase media vascongada luchaban por su libertad, o la negociaban; pero en España la libertad es indivisible». Lamentaba que hubiera sido una oportunidad perdida «el principio de un gran movimiento catalán enderezado a procurar la regeneración peninsular».

Ramos Oliveira era centralista pero no por convicción españolista, sino por estrategia política; pensaba que cada cambio en la organización territorial debía realizarse a su debido tiempo. Se opuso al Estatuto de Autonomía de 1932 porque dispersaba los poderes y dividía las energías necesarias para cualquier reforma o revolución: «La experiencia demuestra que cuando se inicia una revolución concediendo autonomías se decreta el fracaso de la revolución y de las autonomías».

Durante la guerra criticó duramente al gobierno de la Generalitat, al que consideró extraordinariamente dañino hacia los intereses de la República: «Mientras otros se baten y mueren, Cataluña hace política». Visto de ese modo, y utilizando el lenguaje simplista y reduccionista del actual nacionalcatalanismo, la Guerra Civil según Ramos Oliveira no fue de España contra Cataluña, sino de Cataluña contra España.

Sus comentarios encierran cierta desazón sobre el pasado y el futuro de nuestro país. Dejó escrito que el desmán separatista es «el primer alud que amenaza sepultar a la democracia española cada vez que renace». Y sin ánimo de desmoralizar a los que aún intentan buscar otras vías de entendimiento, Ramos Oliveira nos dejó otra inquietante reflexión: «El federalismo es por regla general un régimen sólo aplicable a las naciones sanas, esto es, igualitarias y ricas y, por tanto, equilibradas, lo que España no era ni es».

Lo dicho, una obra imprescindible que, incluso desde la discrepancia, merece volver a ser leída en este tiempo en el que los aludes totalitarios intentan sepultar cualquier atisbo de libertad de pensamiento o de expresión.

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