CIAN. Revista de Historia de las Universidades, vol. 22/1, 2019

por Eduardo Acerete (Universidad de Zaragoza)

 

Los estudios de historia de la historiografía se encuentran centrados, hoy, en el estudio de la historiografía y la comunidad de historiadores del siglo XX. Santiago Santiño, en cambio, se aventuró a revisitar los primeros orígenes vinculados a la consolidación del liberalismo en la España decimonónica de la historiografía profesional, en una magna tesis doctoral de la que Urgoiti nos ha presentado un fragmento en este segundo volumen de su nueva colección Monografías. Un tipo de tesis, dirigida por Francisco Javier Caspistegui en ese núcleo de la Universidad de Navarra que dedica una atención primordial a la historia de la historiografía, de las que cada vez veremos menos, encorsetadas éstas en las nuevas delimitaciones administrativas que las reformas de los planes de estudio han establecido para ellas.

La obra de Santiño es ante todo un ejercicio de rigurosa profesionalidad historiográfica, ejemplo de lo que ha de ser una investigación en historia de la historiografía y marcada por uno de los conceptos que figuran en su subtítulo: erudición. Dividida en siete capítulos, que a su vez encuentran una subdivisión centrada en la unidad de diversos problemas, encontramos un recorrido completo por el proceso de formación, desarrollo profesional y mantenimiento en la memoria del padre del arabismo hispano, Pascual de Gayangos.

Los primeros capítulos se centran en los primeros años de formación, precedidos por un repaso del ascendente humano que forma esa novela familiar de la que todos somos portadores, siendo un catálogo amplio y completo de todas las instituciones y nombres propios que desarrollaban en los albores del siglo XIX los conocimientos humanísticos. Pero a ello, y ligándolo a una de las facetas principales de Gayangos que podemos observar a lo largo de todo el libro y de su trayectoria, le acompañan dos aspectos de singular transcendencia en el interés hispano y europeo por el arabismo: el romanticismo, del que emanarían los principales impulsos del orientalismo europeo, sirve como nexo de unión para el desarrollo del hispanismo en el mundo anglosajón. Así, con un amplio conocimiento del hispanismo británico y estadounidense, Santiño nos va perfilando la figura del arabista Gayangos a la vez que comienza a trazar los jalones que Don Pascual estableció como principal impulsor de las transferencias culturales entre España y el ámbito europeo y norteamericano.

Así es de especial importancia e interés la multitud de páginas, desperdigadas por toda la obra, de su relación con William Prescott y los estudios hispanistas que contrastan fuertemente con la situación de la que los archivos españoles y las instituciones dedicadas a la enseñanza e investigación, con lo que ésta última era a comienzos del XIX, adolecían por aquellos años. Conforme la vida de Gayangos avanza el estudio de Santiago Santiño se va convirtiendo también en un amplio repaso de la evolución de las dos instituciones principales que albergaron la historiografía: la Real Academia de la Historia y la Universidad española. Su relación con la RAH y el lugar predominante que ésta ocupaba en la evolución historiográfica heredera del XVIII es clave para comprender los cambios de proyectos y de formas, pautas, y códigos de investigación que se fueron imponiendo en el siglo XIX. A su vez, la evolución profesional de Gayangos hasta que consigue que sea creada una cátedra de árabe en la Universidad Central, nos permite seguir los pasos dados por los primeros gobiernos liberales españoles en la remodelación de un entramado universitario marcado todavía por una universidad de predominio escolástico proveniente de los tiempos dorados de la cultura hispana.

Pero si algo destaca en la trayectoria de Pascual de Gayangos, y de lo que nos advierte abiertamente el autor, es que pese a ser uno de los instigadores de los cambios en el entramado universitario español, su actividad investigadora no tuvo, nunca, como epicentro su cátedra de árabe ni la Universidad. Heredero de una tradición previa, y marcado por las alteraciones y juegos de poder propios del liberalismo hispano, sus trabajos e investigaciones se hicieron desde los márgenes de la institución universitaria, principalmente con vinculación a la RAH o vinculadas a iniciativas privadas provenientes de Inglaterra y Estados Unidos, pues no hay que olvidar que Londres fue, más si cabe que Madrid, el lugar principal donde Gayangos desarrollo su actividad profesional y vital.

Asentado en la cátedra y habiendo sido partícipe de los principales proyectos de recuperación de fuentes y de acercamiento al pasado islámico de la España musulmana, con el telón de fondo de la definición del concepto de nación, comenzó a dejar un reguero de primeros discípulos que contribuyeron a consolidar los estudios arabistas en las letras peninsulares. Reconocido, también, como uno de los principales investigadores, y pese a las problemáticas que el acceso a la documentación se daban derivadas de la algo agitada política exterior española, participó a su vez en diversos proyectos emanados de instancias ministeriales que no tenían otro fin que el de legitimar los derechos de España en ultramar. Una participación que, entre la complicidad y el descuido de quienes actuaban como cancerberos de los desorganizados archivos españoles, le sirvió para ahondar en su búsqueda documental, llevándole a abrirse a otras zonas de investigación que superaron su primer arabismo.

Y es que en la relación directa con la evolución del hispanismo anglosajón, los interés de Gayangos fueron variando a la par que lo hacían las distintas empresas editoriales que allende las fronteras españolas iban emprendiéndose. Así, del arabismo que lo consolidó académica y culturalmente, con una influencia clara como maestro del hispanismo de la segunda mitad del siglo, en la segunda mitad de su vida el interés por la historia de la literatura se impuso a lo largo de sus escritos. Un segundo Pascual de Gayangos que incidiría más, si cabe, en un futuro que ya no conocería en el que las temáticas sobre el pasado medieval hispano se alteraron.

Pero no todo fueron reconocimientos y prebendas. Más bien la carrera de Gayangos tardó en conocer los laureles del reconocimiento y, entre los conflictos de interés presentes en el ámbito académico y los derivados de las convulsiones políticas, sobre él se fue tejiendo una leyenda con cierta oscuridad en ciertos aspectos. En un tiempo en el que la archivística comenzaba a desarrollarse y la titularidad de manuscritos y fondos no recaía normativamente en el Estado por ser bienes de interés público, los procesos de desamortización y desmantelamientos de estructuras del Antiguo Régimen hicieron circular la documentación, muchas veces, por manos privadas. El mundo de los libreros de la Inglaterra victoriana y el trasiego documental de aquellos años dieron pábulo a críticas sobre la comisión de irregularidades por parte de Gayangos en la obtención de parte de los documentos con los que iba construyendo su obra.

En el camino de la leyenda, también, pero ya una vez muerto y en sus años finales, concluye la obra de Santiño con lo que, metodológicamente, es una de las principales y más atractivas aportaciones de su biografía de Gayangos. Los últimos capítulos están dedicados a observar cómo Pascual de Gayangos fue convirtiéndose en el ascendiente de referencia para el arabismo, el hispanismo y la historiografía profesional hispana conforme el proceso de profesionalización historiográfica fue abriéndose paso en la universidad española. Gayangos como el padre de una disciplina que, en su consolidación, requería de la conformación de una memoria comunitaria, el establecimiento de unos referentes y la generación de señas de identidad y autoafirmación sobrevuela por las páginas de los últimos capítulos, generando una base metodológica y descubriendo un recurso documental que, si bien ya se ha realizado con anterioridad por algunos historiadores de la historiografía, pone de relieve su importante en cualquier estudio biográfico dedicado al pasado de la profesión.

La obra de Santiago Santiño es algo más que una obra. Son varias las problemáticas dilucidadas a lo largo de la presente biografía y pese a su amplitud y complejidad ‒las transferencias culturales, el mundo de la evolución institucional, la creación de comunidades…‒, no se encuentran en ningún momento cojas de apoyaturas ni desconocen lo que hasta el momento se ha realizado sobre los distintos aspectos expuestos. Y a ello se suma una pulcritud metodológica y un acopio documental que acrecientan el que es el principal logro de la obra: la capacidad de comprensión, de relación y de interpretación del material trabajado. Es el Pascual de Gayangos de Santiño una de las obras más sugestivas de las aparecidas en el mercado editorial en el presente curso y su se hace lectura recomendable y necesaria tanto para quienes se ocupan de manera amplia del mundo cultural del XIX hispano como para quienes pretendan indagar sobre el pasado decimonónico de la profesión. Bien escrita, y con un estilo fluido, al que no sobrepasa ni se impone la cantidad de documentación trabajada, invita a ser leída con admiración y placer.

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