Awraq, vol. XXIII, 2006

Por Bernabé López García.

En mis estudios sobre la historia del arabismo en España, siempre me llamó la atención la pulcritud con que un investigador tan prolífico como Francisco Codera se abstuviera de diseñar un friso global de la historia andalusí. El vacío existía al arrancar el siglo XIX. Nunca se había escrito un panorama general de la historia de al-Andalus desde el lado hispano. Y fue José Antonio Conde el primero en bosquejarla con su voluntad manifiesta de escribir el reverso de nuestra historia, la de los vencidos, tal y como la vieron cuando aún no lo eran. Pero sobre la historia escrita por Conde cayó un maleficio que hizo que diera miedo volver sobre ella hasta tanto no se hubieran ensamblado tantas y tantas piezas dispersas de ese mosaico complejo que resultaba ser la historia andalusí.

Codera fue la viva expresión de las consecuencias del maleficio. Dedicó su vida a la reconstrucción, manuscrito por manuscrito, moneda por moneda, escalón por escalón, de esa historia, redactando centenares de memorias y artículos que publicaría, entre otras revistas, en el Boletín de la Real Academia de la Historia de la que fue uno de los más constantes y prolíficos académicos. De ahí, de esa pasión por los documentos y manuscritos su ambición de publicar aquella Biblioteca Arabico-Hispana, labor en la que contó con el tesón y apoyo de una generación de arabistas formada por él.

Se atrevió, eso sí, a avanzar una primera historia de un período crucial de la vida de la dinastía almorávide, el de su decadencia, única ocasión en que abordara un medianamente extenso friso histórico de un período de la historia andalusí. María Jesús Viguera, heredera en cierto modo de este espíritu positivista y riguroso de Codera, ha rescatado esta historia de los almorávides en una espléndida edición en la colección que dirige Ignacio Peiró Martín en Urgoiti Editores y que está dedicada a rescatar viejas obras fundamentales de la Historia de España. De este modo el arabista de Fonz se codea con autores de diversas épocas y estilos como Modesto Lafuente, Guillermo de Torre, Eduardo Hinojosa, Jesús Pabón, Jaume Vicens Vives o Pere Bosch Gimpera, entre otros. La edición, cuidadísima, está a cargo de la profesora Viguera, que redacta un extenso prólogo de 137 páginas que va mucho más allá de una contextualización y presentación de la obra de Francisco Codera.

La profesora de la Universidad Complutense, una de las arabistas que más ha trabajado para reactualizar y completar el legado de los historiadores de al-Andalus en España, como muestra su coordinación de los cuatro tomos del volumen VIII de la Historia de España de Menéndez Pidal, nos desvela en su introducción el interés, vigencia y rigurosa composición de Decadencia y desaparición de los almorávides en España publicada por primera vez por Francisco Codera en 1899 en la Colección de Estudios Árabes que dirigiera Julián Ribera.

En esta introducción se nos adentra en las circunstancias y propósitos de la obra del arabista aragonés que dedicó su vida a reunir y ordenar datos para completar y corregir lo que en su época se sabía de al-Andalus. Y se valora, según la profesora Viguera, “la espléndida construcción de su historia fenomenológica que realizó Codera, asegurando la cronología y la geopolítica, de modo tan firme que no ha debido ser retocado nada fundamental de cuanto él aportó”, transcurridos más de cien años desde que la escribiera.

En el apartado segundo de su introducción, esta se convierte en una reflexión matizada y detallada sobre la historia y los historiadores de al-Andalus, revisada a la luz del papel asignado a los siglos musulmanes de la Península Ibérica en la conformación de la entidad nacional llamada España. En la tercera parte, María Jesús Viguera dibuja un extenso bosquejo de la vida de Codera, de su magisterio, de su obra, para desembocar en una valoración de lo que significaron los Beni Codera, es decir, los discípulos de este arabista en expresión de García Gómez, dentro del panorama de los estudios arábigos en España.

Añade aún un apartado dedicado a situar a Codera en el marco de las instituciones educativas, la Universidad y las Academias, resaltando su autoridad sobre una pléyade de figuras de su tiempo que le reconocieron su magisterio al par que su modestia y discreción. En este apartado de la introducción incluye Viguera el estudio de la relación de Codera con orientalistas de renombre en Europa como Dozy, De Goeje, Derembourg y otros, con los que mantuvo correspondencia e intercambios que incluían consultas científicas e informaciones de todo tipo.

Igualmente rico por su exhaustividad que los apartados anteriores es el quinto, dedicado a describir y evaluar las “empresas y obras científicas” de Codera, en el que la introductora ha buceado en las huellas de su trabajo presentes en legados como el de Olver Asín en la Biblioteca de Humanidades de la UNED, donde se conservan hasta las facturas de libros adquiridos por Codera en librerías extranjeras como Maisonneuve, E. J. Brill y otras tradicionales casas de edición dedicadas al mundo del orientalismo. Profundiza también en su labor, calificada de “empeño titánico”, para valorizar las fuentes textuales, plasmado sobre todo en su magna Biblioteca Arabico-Hispana en 10 volúmenes aparecidos entre 1882 y 1895, publicados con el concurso de sus discípulos más directos. Un apartado especial se dedica también a su pasión por la numismática que tanto valor tendría para la redacción de su historia de los almorávides, terreno en el que también mantuvo una continua correspondencia con numismáticos de prestigio como Stanley Lane-Poole y sobre todo V. Tiessenhausen.

En una nota final a la edición, la profesora Viguera califica a la introducción que el propio Codera redacta para su libro de auténtica “declaración de principios” de cómo se venía escribiendo y se debía escribir la historia de al-Andalus, primando la documentación de cada dato. En dicha introducción se muestra Codera tan exigente que dirá “que la dominación de los árabes en España está por escribir”, no sólo porque la escrita por Dozy a mediados del XIX se interrumpía en el período de los almorávides, que ahora pretendía trazar el propio Codera, sino porque la que escribiera José Antonio Conde a principios de aquel siglo cayó en descrédito. Constata Codera algunos de los errores, sin duda “gravísimos” como señala, pero deja sin valorar el mérito que supuso trazar por Conde ese primer bosquejo general en época tan temprana. Casi ochenta años después de la edición de la Historia de la dominación de los árabes en España, Codera seguirá pensando que “hoy por hoy, quizá lo único que debiera hacerse es trabajar monografías, dilucidando puntos especiales; monografías que rehechas o completadas por el mismo autor, o por autores posteriores, preparasen los elementos para trabajos de conjunto”. Esa fue, sin duda, la principal actividad de la vida de Codera, como muestra la bibliografía que se incluye en la introducción a la obra y que reordena de manera cronológica la que se editara en el homenaje que se brindó al padre de la escuela de los arabistas españoles en 1904.

¿Dónde situar, pues, esta Decadencia y desaparición de los almorávides en España? ¿Monografía o trabajo de conjunto? La obra que ahora nos permite magistralmente revisar María Jesús Viguera se encuentra a caballo entre los dos campos y es, sin duda, la muestra de cómo a juicio de Codera, se debe pasar de las monografías parciales a un friso global de todo un período.

Incluye además esta edición unos índices onomástico y toponímico redactados especialmente por María José Díaz Carrillo, aportando utilidad e interés al trabajo.

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