Anales de Historia Contemporánea, núm. 20, 2004

Por Josep Clara.

   Dispuesta a contribuir a la historia de la historiografía española, la editorial Urgoiti, de Pamplona, se ha propuesto crear una biblioteca de clásicos de la disciplina, para lo cual ha programado exhumar los hitos más importantes de la bibliografía, en edición crítica, acompañada de un amplio estudio preliminar en el que se recoja la trayectoria vital del autor, el análisis de su obra, el contexto en que se hizo, su difusión e influencia, etc. En el catálogo proyectado de esta colección dirigida por Ignacio Peiró se relacionan nombres tan preclaros como Modesto Lafuente, Andrés Borrego, Eduardo Hinojosa, Antonio Pirala, Hugo Obermaier, Francisco Codera, Valentí Almirall, Fidel Fita, Fernando Garrido, Víctor Balaguer, Rafael Altamira, Pere Bosch Gimpera, Jesús Pabón, Jaume Vicens Vives y muchos más.

   Una de las primeras realidades de la empresa ha sido la reedición de la obra que apareció entre 1879 y 1880, escrita por el periodista, prehistoriador y antropólogo andaluz Francisco María Tubino y Oliva (San Roque, Cádiz 1833 – Sevilla 1888), que está dedicada a historiar el renacimiento literario contemporáneo en Cataluña, Baleares y Valencia.

   El libro de Tubino, que sorprende por el arsenal de nombres y obras que recopila, constituye el primer acercamiento castellano al fenómeno de la recuperación cultural catalana en el siglo XIX y desde su aparición se convirtió en un referente para todos los trabajos posteriores. Se trata de una obra erudita, fruto del contacto directo con autores y obras, ejemplo de “historia del presente”, útil por su abundante información, que tiene también el mérito de abarcar todo el conjunto de los Países Catalanes.

   En el estudio introductorio dedicado al “intelectual innovador y polifacético” que fue su autor, Pere Anguera —catedrático de la Universitat Rovira i Virgili, especialista en el primer carlismo y la formación del catalanismo— analiza el periplo vital de Tubino en Andalucía y París, su labor periodística y política, sus años de gloria en Madrid, la defensa que hizo de la idea federal, sus últimos laureles, con el reconocimiento internacional en 1876, al ser nombrado presidente de honor de la sección de antropología en el congreso organizado en Clermont-Ferrand, y su ingreso en la Real Academia de Bellas Artes en 1877, así como los viajes africanos de 1886-1887 que reverdecieron una antigua dolencia del corazón que acabó con su vida.

   Refiriéndose a los precedentes del estudio, el prologuista recuerda las obras de Torres Amat, Magí Pers y Víctor Balaguer, que intentaron inventariar la producción literaria catalana de la época. Destaca asimismo cómo se gestó el libro, las reacciones que suscitó el prospecto, los suscriptores (concentrados especialmente en Cataluña) que le dieron apoyo, los planteamientos teóricos que le guiaron, su visión negativa de la formación del catalanismo político, las críticas y las reticencias con que fue recibido el trabajo.

   La militancia federal explica, desde luego, el interés de Francisco Tubino por las producciones culturales realizadas fuera de Madrid y por las literaturas escritas en las diversas lenguas peninsulares. Pero su militancia estaba impregnada de un españolismo evidente, al defender el predominio del modelo y del espíritu castellano, por lo cual subordinaba su propuesta política a una rígida uniformidad cultural, sobre todo en lo referente a las instancias oficiales y a la vida pública.

   Su interés por el resurgir cultural de una lengua dada por muerta en la república de las letras —como diría Antoni de Capmany en el siglo XVIII— era el propio de un científico frío que se sorprende y maravilla ante el acontecimiento, pero una persona distante y particularmente reticente por el temor que la recuperación de la lengua catalana pudiera representar un peligro para la unidad española. De ahí derivan precisamente algunos de sus errores en la interpretación, al margen de otros, menos importantes, de tipo factual. El erudito andaluz, como alguna autoridad desinformada en nuestros días, llega a afirmar que “ningún poder establecido se opuso nunca al uso del catalán ni coartó su derecho a la existencia”.

   El profesor Anguera, después de subrayar la importancia del libro y la valoración positiva que mereció la parte informativa del mismo por parte de los especialistas del siglo XX (de Jordi Rubió a Manuel Jorba, pasando por Menéndez Pelayo), concluye justificando la reedición que prologa: “Difícil de localizar en librerías de viejo, su reedición favorecerá el merecido aprovechamiento de su rica información y permitirá conocer una interpretación discutida, pero representativa de la Renaixença, el complejo proceso que salvó al catalán de desaparecer como lengua de cultura convirtiéndola en apta para todo tipo de manifestaciones populares, literarias, eruditas o científicas, y que consiguió en unos pocos lustros construir una cultura propia y reconocida”.

Obras relacionadas